Dice que la muerte es un hecho indiferente, porque
cuando estamos vivos no hemos muerto, y cuando hemos muerto no vivimos.
De este modo Epicuro se acoraza, busca un consuelo,
expulsa la comunicación muerte-vida.
Sin embargo, la muerte no se quita de en medio con
tanta facilidad. La neta postura de Epicuro es superficial. Quien diga que la
muerte no es terrible no sabe nada de ella.
¿No es espantoso ser ciego en Granada? O en Málaga.
De esto habla Polo en el último capítulo de
"Quién es el hombre" p. 210.2
.
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