“Soy persona” conecta sistémicamente con “soy mortal” al otorgar a la muerte un sentido donal.
Gracias a la simbología.
Los
símbolos son cauce para la libertad humana. Y “soy persona” es ser libre, ser
libertad nativa, ser Hijo.
Pero no
somos espíritus angélicos para los que ser de carne y hueso sea indiferente o
un hecho bruto.
El
cuerpo, aunque no sea suficiente, es un cauce de la libertad, en especial de su
expresividad. Porque soy de carne y hueso puedo tener sentimientos; acorazarse
en el imperativo categórico, esto es, pretender ser éticamente libre respecto
del cuerpo, es una abierta renuncia a lo simbólico.
Cristo
murió libremente: “yo doy mi vida y nadie me la quita, sino que la doy porque
quiero, soy dueño de dejarla y dueño de tomarla”.
Si somos
suficientemente libres podemos ofrecer al Padre nuestra vida, aceptando la
muerte.
De esto
habla Polo en el último capítulo de Quién es el hombre, p. 217.2-218.
Para
saber más sobre la cultura, ver Etiqueta 7.2.0
.
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