En la antehistoria, la naturaleza humana recibe unos dones condicionados
a la obediencia libre a Dios. Son los dones preternaturales:
- inmortalidad,
- inmunidad del dolor,
- ciencia proporcionada a su estado e
- integridad de las pasiones (sumisión de los sentidos a la
razón).
Los dones preternaturales preservaban a la naturaleza humana
del dolor y de la muerte.
Y gracias a la comunión con Dios, las personas humanas
conocían lo necesario para crecer libremente, y multiplicarse, sin equivocarse
(pues al obedecer a Dios no se conoce el mal), tenían la ciencia del bien, pero
no del mal.
Los apetitos estaban ordenados a dar gloria a Dios.
El Verbo, al anonadarse, al hacerse como nosotros sin los
dones preternaturales, asume el dolor y la muerte, manifestando así la
misericordia de Dios, que quiere que reconozcamos por nosotros mismos, que nos
habíamos equivocado.
<tras la muerte de un ser querido, reconocemos mucho
mejor cuánto le queríamos>.
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