Hablaremos de la cultura al
final de esta larga entrada.
Antes, intentaremos explicar
lo que es la réplica.
La réplica de una persona es
su verdad personal (en las etiquetas 5.2.1 hablamos ampliamente de la
verdad).
En el Hijo somos réplica de
Dios.
Mi réplica no es una
"idea" fija que subsista en Dios. El término "réplica"
sugiere actividad que sigue y no cesa.
La réplica de mi persona es
la continuación de mi subsistencia (subsistencia significa aquí,
radicalidad última).
Dicho de otra manera, mi
réplica es la explicación inacabable de mi ser.
Mi "porqué".
¿Quién soy? No soy nada de
lo que encuentro.
¿Quién me dirá quién soy? Mi
ser no "es", mi ser será, mi ser es "hacia".
Soy "hacia" mi
réplica.
Mi verdad personal, mi
réplica, será siempre más allá. La verdad, mi verdad, al desvelarse, siempre
"encomienda" más. Más y más y más.
Polo llama
"encontronazo" al encuentro con la Verdad. Con mi verdad personal.
Con mi réplica.
Es encontronazo porque no es
un encuentro con una verdad cualquiera, por útil que sea, que me satisfaga y me
detenga, sino que es un alcanzar lo mejor que nos puede pasar: sube el telón y
comienza el desvelamiento interminable y amoroso de nuestro ser personal, que
coincide precisamente con el origen de la libertad. Con mi fuente
inagotable.
Es el primer amor, el
enamoramiento primero (primero no en el tiempo, sino primero en cuanto radical)
que nos lanza a cantar.
Encontrar esa verdad es
enamorarse. Es un acto inmenso, un acontecimiento enorme que dará sentido a
toda nuestra vida. A partir del encontronazo sabemos cuál es nuestro encargo, el camino de nuestra
verdad. Es la fuente de mi futuro.
Con el encontronazo la
libertad se pone en marcha, traspasa la verdad, cantándola. Mi libertad es mi
canto. Sin interés.
Cada uno tenemos nuestra
réplica en Dios.
La intimidad personal es un
cierto vacío interior.
En su intimidad el hombre se
encuentra solo.
Carece de un quién que lo
llene por dentro.
Polo lo expresa diciendo que
la persona humana carece de réplica
en su interior.
Una de las genialidades de
Polo es su noción de "réplica".
Le servirá para explicar
cómo el hombre, que está en busca de su identidad (¿quién soy?) sólo la
encontrará, precisamente, en su "réplica", al destinarse a su
destino.
Por mucho que el hombre
crezca, por mucho que se perfeccione a lo largo de su vida en forma de hábitos,
siempre permanece la distinción entre la essentia
y el esse; entre lo encontrado,
manifestado y gozado (o sufrido) y lo que será (su esse, futuro indesfuturizable), nunca el hombre puede llegar a ser
"una" identidad, una idea fija.
Es decir, por grande que sea
su crecimiento esencial, siempre su ser está más allá, por encima de él.
Polo suele decir esto así:
el hombre es un ser que carece de réplica en su esencia.
Nunca llegaremos a ser la
persona que seremos.
La persona crece al crecer
su esencia, se expresa mejor, según su esencia. Pero la persona es inagotable.
Y cuando veamos a Dios cara
a cara será nuestra esencia la que estará por encima de nuestro ser. Siempre
inidénticos. Siempre hijos.
Nuestro ser cantará.
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Intentemos otra aproximación
a la noción de "réplica". Esta vez desde el fundamento.
Me voy a alargar pues no es
un tema fácil. Ahora, tras haber investigado sobre la "réplica" de la
persona humana, abordaremos la "réplica" del universo.
Partiremos de un dato de
experiencia: el universo existe.
Pues bien, cuando el hombre
conoce el universo, posee, en su mente, una "réplica" del universo.
Aristóteles lo dice: el
hombre es, en cierto sentido, todas las cosas.
Prestemos atención, pues
vamos a dar un salto mortal: la "réplica" que poseo del universo no
es "simétrica" al universo.
¿Por qué? Porque el ser del
universo es el ser sencillo, el ser como "fundamento", es lo que es.
Monolítico como Parménides. (Parménides es el gran enemigo, por decirlo así, de
Polo). Este ser es sencillamente lo que es, desplegándose según el movimiento,
según el orden que existe en el universo.
Mientras que su
"réplica" en mi mente no es simétrica a ese ser, pues no es sencilla,
sino dual (pues conozco lo que conozco, yo conozco el universo, añadiéndome, si
quiero).
El hombre
"esencializa" el universo: lo hace entrar en su propia esencia, al
conocerlo (se
puede ver en la etiqueta 06.01.00 Preguntas sobre la esencia humana).
Al universo esencializado
por la mente, Polo lo llama "mundo".
Notemos la dualidad: no se
trata de que el mundo exista sólo en la mente, en cuanto conocido, sino que el
hombre dispone del universo gracias a su mente.
El mundo no es una réplica
simétrica del universo, pues en ese caso, el mundo sería también un ser
sencillo, fundamento. Y acabamos de decir otra cosa, concretamente, que el ser
del mundo está conectado al hombre. El hombre se dualiza con el universo
transformándolo en mundo.
Fuera del hombre, el
universo es un ser sencillo, lo que en metafísica clásica se llama
"fundamento". Gracias al hombre, sin embargo, el mundo es dual. Un
universo al que se le ha añadido la persona humana.
El hombre no crea el
universo con su mente, lo perfecciona, según la dualidad del ser del hombre,
transformándolo en mundo.
Gracias a su mente, el
hombre está en el universo no como un murciélago más, sino haciéndolo
"mundo". Todo cambia en el universo cuando aparece el hombre, pues se
le ha añadido una energía nueva, creadora de novedades.
Tal perfección, que Polo
llama, insisto, "mundo", es del orden de la esencia humana. El hombre
"dispone" del mundo.
Aquí conectamos con la cultura. Que es prolongación de
la naturaleza (pero no de la naturaleza del universo, que es siempre sencilla,
sino de la naturaleza que el hombre ha recibido de sus padres, que es dual al
pertenecer a una persona, creada directamente por Dios). Y la naturaleza, al
crecer en el hombre, deviene esencia humana, "vida" del hombre y de
la mujer, don que se puede ofrecer).
Concluyamos: el universo no
tiene réplica, la persona humana sí, por fuera es su esencia que ofrecerá a
Dios cuando el año termine, y por dentro, al cantarle a Dios su canto, tan
novedoso y más que los ángeles.
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