La vida crece en la
medida en que depende más de Dios. (En la medida en
que depende más de Cristo).
La vida es actividad
esencial, más o menos intensa, según la dependencia del Amar.
La vida crece.
El don no está
completo de un golpe.
La vida crece
adquiriendo virtudes.
Cuanta más virtud,
la vida es más alta.
La virtud más alta
es la Caridad, que se identifica con el Don que Dios espera de nosotros.
En el caminar de la
vida, nos encontramos en diversas situaciones, en el que aún no hemos podido
ejercer la Caridad más alta. La estamos adquiriendo.
En el tiempo va
creciendo la virtud, de la que podemos
disponer si queremos (a modo de virtud). Pero a veces no podemos ejercer la
virtud, porque carecemos aún de ella (sin falta nuestra) o porque las
condiciones temporales impiden su ejercicio.
En la otra Vida,
cuando Dios acepte nuestro don (nuestra vida), ya estaremos incluidos en el
ámbito de la máxima amplitud (pero sin el temor al pecado, que es el error
peculiar de la libertad huérfana).
Entonces la Vida no
crecerá, sino que jugaremos con ella, cantando con los Ángeles o paseándonos
con quien queramos (por el sendero sombreado que bien conozco).
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