Porque para pensar hay que aceptar. Somos responsables
de nuestros pensamientos.
Sin embargo, una rosa (no pensada) no tiene ningún
mérito en ser bella.
Los seres del universo físico son sencillamente lo que
son, aunque no los pensemos.
Nótese que cuando decimos "pensamientos" no
hablamos de imágenes o recuerdos. Un perro puede soñar.
Pero el inicio del pensar se parece al inicio de la
filosofía: uno se sorprende, se admira, se despierta.
El niño balbucea, ¡papá! Deja que la luz del
inteligir le atraviese. Tú y yo.
Ese dejar se corresponde trascendentalmente con el
aceptar.
La raíz del pensar no es un movimiento físico, sino
comunión (muy humilde) de personas.
Por eso Polo propone ampliar la metafísica (filosofía
primera) con la antropología trascendental (que es también filosofía primera),
pero distinta de la metafísica.
De
esto se habla entre otros lugares en Juan
A. García. La metalógica de la libertad… Studia Poliana nº 10, 2008, p. 17, 4 y
en el artículo "Logos y persona" recogido en la revista digital
Miscelánea, nº 6.
Para
saber más:
Etiqueta
2.12.1 filosofía primera y segunda
Etiqueta
2.7 logos
Etiqueta
5.1 Antropología
Etiqueta
5.3 La ampliación trascendental
Etiqueta
5.5.3 Amar personal (el aceptar es un
miembro de la tríada amorosa del amar personal).
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