Los idealistas objetan que sólo podemos conocer
nuestro propio conocimiento, sin que podamos traspasar la idea y conocer más
allá de la idea.
La vieja objeción idealista respecto al realismo
olvida la "intencionalidad".
No es cierto que no podamos traspasar la idea, porque
conocer es precisamente alcanzar "intencionalmente" la realidad.
No es mirar la "imagen" en un espejo, o
mirar la "proyección" de la caverna de Platón. Nosotros no estamos
encadenados.
El ejemplo de la imagen del espejo y el ejemplo del
mito de la caverna pueden ayudarnos a comprender lo que es conocer, pero son
sólo ejemplos que nos ayudan, pues ni el espejo ni la caverna son actos de
conocer.
La imagen que vemos en el espejo nos sirve para
entender que del mismo modo que la imagen
no es real en el espejo, tampoco la "intencionalidad" que
posee el acto de conocer es real, pero
me lleva a la realidad de modo semejante a como la imagen del espejo me lleva a
la realidad. Según ella, gracias a la "intencionalidad", conozco la
realidad.
El conocimiento es la posesión, por el acto de
conocer, de una intencionalidad sin
imagen. El acto de conocer no es un espejo, no tiene nada de material. No
tenemos un espejo en el cerebro. Lo que posee el acto de conocer es pura "intencionalidad".
No es correcto hablar de un paralelismo entre conocer
"lo conocido" y conocer "la realidad".
El objeto pensado no es un "medio", en el
sentido de instrumento, para poseer la realidad. La realidad se posee "intentionaliter" y ése es el fin, télos, del conocer.
Conocer es poseer "intencionalmente" la
realidad.
Si existen realidades incognoscibles es su problema.
Lo que conocemos nosotros no es un
"fenómeno" de un "noúmeno" real oculto. Lo que conocemos es
la realidad, intencionalmente conocida.
Puedo equivocarme y creer que un billete falso es
verdadero, pero también cuando me equivoco conozco la realidad. En este caso,
conozco verdaderamente, intencionalmente, un billete falso.
Para
saber más sobre la intencionalidad ver Etiqueta 2.2.0
De
esto habla Lluis Pifarré en su libro "Entender a Leonardo Polo", p.
55.4
.
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