Sí.
Pero
no debemos pensar "la dualidad de la coexistencia humana" como una
dualidad numérica, que reitera y multiplica exteriormente la unidad.
Las
dualidades de la persona humana se reúnen jerárquicamente vinculando lo
inferior con lo superior, constituyendo tanto lo inferior como lo superior en
un "dentro" de la unidad.
Es
así como se manifiesta la riqueza del Ser, su interioridad.
Lo
interior de la existencia del Ser, se abre libremente en dualidad jerárquica.
Es
así como el universo es elevado a mundo, como ofrenda amorosa hacia su creador.
En el
interior de Dios no se está como los materiales integrados por una forma para
constituir una sustancia natural.
Tampoco
se está como las naturalezas ordenadas finalmente dentro del universo.
En
Dios vivimos libremente, incluidos atópicamente en su máxima amplitud. Nuestra
vida crece al ritmo de nuestro querer, interminablemente, como una llama
siempre encendida a la que nunca faltará ni aire ni estopa.
Nuestra
vida interior en Dios no es un "elemento" de la unidad divina, o una
dimensión, sino el rebrotar interno y amorosamente libre de su Hijo, en el que
viviremos siempre más, además.
De esto habla Juan A.
García González en Miscelánea poliana n. 43: "La unidad del ser y la
coexistencia humana". 11 julio 2013. Jornadas castellanas tras el
fallecimiento de Polo.
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