El primer paso es
detectar el carácter de además.
Hay que detectar el además del
pensamiento.
Detectar que la persona no es el
pensamiento, sino aquél que piensa, el quién que piensa.
Detectamos que el existente es
además del pensamiento.
Tiene que haber alguien más que el
pensamiento.
Entonces he detectado la
diferencia entre el pensamiento y aquél de quien depende el pensamiento
El segundo paso es
aplicar o utilizar el además.
Cuando obramos libremente
alcanzamos que somos un coexistente libre.
Obrar libremente no es tener un
dolor de cabeza o envejecer o caerse.
Cuando uno se “toma la libertad”,
se alcanza la libertad.
Me he dado cuenta de que existo
libremente. Y mi libertad se ha manifestado en mi acción.
Y mi libertad no se agota cuando
actúo libremente. Puedo tomarme otra libertad.
Así se alcanza que el
coexistente que somos no solamente es además de nuestro pensamiento, sino que
somos un coexistente libre. Un coexistente que puede ser siempre más libre.
Hemos alcanzado los dos primeros
trascendentales personales : coexistencia y libertad personal.
Somos seres como “acompañantes”
libres de nuestras acciones.
Y ser libre es tener un futuro que
nunca se agota.
El futuro es un generador de
acciones.
El coexistente es carente de
réplica, es decir, no alcanza a saber quién es, porque sus pensamientos, sus
acciones no son una persona, no son la persona que es.
Pero hemos entendido que la
persona es un ser que es intimidad, un ser abierto por dentro, que se acompaña.
Hemos alcanzado la apertura interior compuesta de los
trascendentales coexistencia y libertad personal.
El tercer paso es
darse cuenta de que el carácter de además no solo tiene una dimensión metódica,
sino que también tiene otra dimensión temática.
Saber que soy un coexistente
libre, sí, pero la persona es más y por eso se busca.
Hemos llegado al conocer personal,
tercer trascendental.
El miembro inferior del inteligir personal es lo que Juan
A. García llama “alcanzar”, o también llamado encontrar trascendental. Somos
hijos.
El miembro superior del inteligir personal es el seguir
buscando o buscar trascendental.
Como diría, más o menos, Solomiewiz : en la medida en que
se va conociendo el Origen (mi Réplica), el inteligir es atraído por su
Destino.
Se prolonga el descubrimiento.
Busco más.
Así llegamos a otra descripción de
la libertad trascendental : la inclusión atópica en el ámbito de la máxima
amplitud.
(Aquí aparece ya la referencia a
Dios, pero vayamos con cuidado de no hacer una referencia prematura).
El hombre busca la réplica. La
plenitud de la actividad que no tiene limitación. Conocerse como Dios le
conoce.
El intelecto personal busca a
Dios, pero no sabe lo que busca.
Para encontrarle tiene que pasar
por el trascendental amar donal, es decir, con el aceptar-don-dar.
Ninguna creatura puede conocer a
Dios si Dios no se lo da.
Queda el cuarto paso:
¿Quién es mi Padre? Debo aceptar
su Don. ¿Y Quién aceptará mi don? Hemos llegado al amar personal.
El intelecto personal y el
amar donal son la apertura hacia adentro.
Las naturalezas crecen.
Lo propio del crecimiento de las
personas es el acogerse mutuamente. Ser aceptados
Cuando el don se da y acepta
mutuamente es fecundo.
Con Dios la tríada es
Dar-aceptar-Don.
Pero el aceptar de la persona
humana es un darle su vida (que es su don a nivel esencial).
La persona sabrá en el Juicio si
ese don es aceptado y deviene Don.
Ese saber es el saber más alto.
Más alto que la sabiduría y que su conocer. Es la Luz de la gloria: conocerse
como Dios nos conoce y conocerá
Dar-aceptar es la relación entre
personas. Cuando el don se da y acepta mutuamente es fecundo. El hombre es
elevado al conocimiento de Dios, como Dios le conoce.
No sabremos quiénes somos hasta
que Dios acepte nuestra Vida, nuestro Don-don.
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