La vida "vivida" ya es como es. El tiempo
humano se acaba y el crecimiento de la vida en este mundo termina.
Este es un primer modo de morir: nos morimos porque
somos mortales y el tiempo humano se acaba. Se acabó.
Ese tiempo es irrecuperable.
Hay, sin embargo, un segundo sentido del morir: llegar
a término.
Al morir completamos o "consumamos" nuestra
vida. (En el sentido de sumar, de adicionar o culminar).
En este sentido sí podemos recuperar, antes o después
de la muerte, el tiempo perdido, pues es posible desandar lo andado,
rectificar, acelerar, alcanzar nuestro destino, reparando la vida
"perdida".
En la novedad de la eternidad, Dios puede rehacernos,
refundirnos, como se funden las campanas.
La ética es la ciencia de saber hacer crecer la vida y
completarla. Su arte nos acompañará hasta después de la muerte.
Por eso, más que de muerte digna conviene hablar de
una vida acabadamente consumada.
Que la muerte no sea como un aborto. No morir como un
imbécil.
Conviene, pues, instar a todos a recuperar el tiempo
perdido, porque realmente pocos hombres nos libramos de perder el tiempo.
Una larga enfermedad puede ser la oportunidad para
refundirnos.
Es un buen pensamiento ahora que comienza el año.
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