Sí y no.
Sí: en la filosofía moderna, la noción de hábito se ha perdido o devaluado.
Se dice: "esta persona tiene hábitos"
aludiendo a que tiene manías, rutinas, o meras costumbres.
Del punto de vista intelectual, los hábitos serían
prejuicios y del punto de vista de la voluntad los hábitos (que entonces se
llaman hábitos morales) nos quitarían responsabilidad: orden, puntualidad y
otros "amaneramientos".
No: en la filosofía moderna se justifica la falta de compromiso aludiendo al
"contexto". Nuestros "hábitos" conforman nuestra
existencia.
La noción de "contexto" es una noción
debilitada de la visión global (1.17). Se acogen las novedades dentro de unas
coordenadas, de un "contexto" que nos determina. Somos así y no
podemos salirnos fuera de lo que ya somos.
El hábito aristotélico no es así.
El hábito aristotélico (20.4.2) es un refuerzo que nos
permite conocer mejor y actuar con el apoyo del bagaje de la experiencia.
Si recuperamos la noción de hábito se enciende la
llama del atleta: mi destino está en mis manos. Puedo mejorarme más allá de lo
que mi situación inicial me permitía. No estoy solo.
Soy capaz de novedad.
No se trata de gozar de los múltiplos placeres que
ofrece la vida. Al final, el gusto se estraga y el caleidoscopio cansa y cansa,
¡qué aburrimiento!
Se trata más bien de la auténtica novedad: vemos más y
mejor; amamos más y mejor. Es un canto.
Por ahí va la noción de hábito… el "refuerzo"
que abre horizontes, posibilidades, novedades.
Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.65.3
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