Por mucho que el hombre
crezca, por mucho que se perfeccione a lo largo de su vida en forma de hábitos,
a pesar de todo, en el hombre siempre permanece la distinción entre la essentia y el esse; nunca el hombre puede llegar a ser "una" identidad.
Es decir, por grande que sea
su crecimiento esencial, siempre su ser está por encima de él.
Polo suele decir esto así:
el hombre es un ser que carece de réplica en su esencia.
Nunca llegaremos a ser la
persona que somos.
Aunque nuestra esencia puede
crecer, y nos hacemos más coherentes con el ser personal que somos, sin
embargo, eso no tiene más que el carácter de una manifestación de mi persona.
La persona crece al crecer
su esencia, se expresa mejor, según su esencia. Pero la persona es inagotable.
La esencia va hacia delante,
pero nunca se agota.
Nunca se supera la
distinción real entre esencia y ser personal.
Y cuando veamos a Dios cara
a cara será nuestra esencia la que estará por encima de nuestro ser. Siempre
inidénticos. Siempre hijos. Futuro indesfuturizable.
Éste
último párrafo lo aprendí en Pamplona, de Ignacio Falgueras, durante el
Congreso sobre la libertad trascendental en septiembre 2012. Lo interpreto
diciendo que en el Cielo es la esencia la que tirará para arriba de la persona
que seremos, saciándola sin saciar.
Si
quieren ustedes leer una síntesis de la distinción real esencia – acto de ser,
vayan al principio de este blog, a la página (en rojo) ""Esencia – Ser. Su distinción"
.
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