¿Qué peligro principal acecha a la filosofía a lo largo de la historia?

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El peligro de recaer en el monismo.
Es una peligrosa confusión subordinar el ser al uno.

El ente no es mónon, no es único; se dice de muchas maneras.

La distinción aristotélica entre los dos sentidos del acto muestra ya que la unidad no es superior al ente.

Pensemos, por ejemplo, en el materialismo imperante en la cultura occidental actual.

Multitud de personas piensan que el universo es un conjunto de átomos o de partículas, todas iguales, que se combinan no se sabe por qué.

La unidad (en el caso del ejemplo, el átomo) no es lo lo primero.

Lo primero es plural.

La unidad es Comunión en Dios. Comunión de Personas.

Nos acogerá, si le dejamos.


Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, capítulo 6, p.78.4

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¿Qué célebre sentencia aristotélica asegura al filósofo para no recaer en el monismo?

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Franz Brentano (1838-1917) filósofo alemán, llamó la atención sobre una sentencia aristotélica que se ha hecho célebre.

Dice así : tò ón légetai polachós ; el ente se dice de muchas maneras.

Polo, filósofo de la distinción, insiste en que el ente hay que entenderlo de modo plural.

El ente no es mónon, no es único; se dice de muchas maneras.


Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, capítulo 6, p.78.4

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¿Cuáles son las dos maneras primariamente distintas de decir el ente?

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Decir ente real y decir ente verdadero.

Aunque pienso que resulta más claro decir : ente natural y ente personal.

Así evitamos caer en el error de pensar que el ente verdadero no es real.

El ente verdadero es real, pero de una manera distinta al ente real.

El ente real (que también podemos llamar natural) es a lo que Aristóteles se refiere cuando llama al acto entelécheia (una substancia o un accidente).


El ente verdadero es lo que Aristóteles llama enérgeia.
¿Qué quiere decir enérgeia? : mente despierta. Es el noús despierto.

Tenemos aquí un sentido diferente de la expresión "ser real".

Es cierto que el noús en potencia, la mente dormida, no es sólo potencia, es también acto. Pero no es un acto como el acto de conocer. Es el otro sentido aristotélico del acto, la entelécheia. Lo que llamamos sustancia, ente real o ente natural.

Soy una sustancia y al mismo tiempo puedo conocer. Pero conocer no es un accidente de la sustancia. Es otra manera de ser. No es un accidente del cuerpo, de la sustancia (entonces sería entelécheia, ente natural).

Soy cuerpo y soy, además, espíritu. El espíritu no es un accidente del cuerpo.

Soy espíritu dormido, que se puede despertar. Y amar.


Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, capítulo 6, p.78.5

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¿Qué dos sentidos de la realidad y qué dos sentidos del acto hay que entender para comprender a Aristóteles?

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Hay dos sentidos de la realidad según Aristóteles: no es lo mismo una montaña que el acto de conocer la montaña.

Como diría Moore : conocer una elipse no es una elipse.

Aristóteles distingue dos sentidos del acto.

"Conocer en acto" no es lo mismo que ser "una cosa en acto".

Si el acto de conocer una mesa, fuera una mesa, fuera real como lo es una mesa, la mesa tendría que poder pensar. Se trata de dos tipos distintos de realidad.

Al acto de conocer, Aristóteles lo llama enérgeia (energía) y a la cosa en sí entelécheia (en castellano, entelequia).

La realidad, al margen de la mente, es la entelécheia, que es un sentido del acto y de la realidad, distinto del sentido del acto propio al conocer.

La enérgeia es el acto de la mente, del noús, en tanto que posee la verdad de la cosa.

La entelécheia es la verdad de la cosa, la realidad en sí; la realidad en tanto que verdadera en sí. La realidad como ousía.

La solución de Aristóteles abre enormes horizontes de pluralidad, aunque no es la definitiva.
Habra que descubrir otro sentido del acto: el acto de ser del universo.
Y más aún, encontrar el "acto de ser personal".

Ver la actitud de Aristóteles nos sirve para estar atentos. Para no concluir prematuramente nuestro viaje. Para ser humildes.

La verdad no es mi pensamiento.

Al menos somos dos.

Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.69.4

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¿Cómo podemos llamar, desde nuestra situación, a la "entelécheia" y a la "energéia" aristotélicas?

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Cabe llamar a la entelécheia, "acto constitucional" o "forma real", para dejar claro que se distingue de la idea pensada.

Y cabe llamar a la energéia, "acto ejercido".

Ejemplo de entelécheia : la patata.

Ejemplo de energéia: "saborear" la patata.


O si se quiere: "saborear" lo agridulce (es tan solo un guiño a Alemamá).

Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, capítulo 6, p.78.2

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¿Es unívoco el sentido de la potencia según Aristóteles?

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En Aristóteles encontramos, al menos, dos sentidos distintos de "potencia".

Se corresponden a dos sentidos de "acto".

No es lo mismo la potencia de enérgeia, (potencia de pensar o potencia de sentir o potencia de ver), que potencia de entelécheia (potencia de ser una cosa u otra, al margen de la consideración de la mente).

Una es la realidad del conocimiento (y este es el sentido más temprano que da Aristóteles a la potencia: el poder despertarse, el poder ver, el poder conocer) y otra es la realidad de la cosa, considerada, repito, al margen de la mente.

La montaña es en sí, separada de mi mente. Está en potencia de devenir volcán.

Las cosas en sí tienen muchas dimensiones y Aristóteles se extasía al estudiar la substancia, los accidentes, los movimientos. Está tan contento con su universo predicamental que no da la importancia debida a su descubrimiento de juventud: el acto como enérgeia. De ahí que su antropología se trunque.

Polo la prosigue.


Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.69

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¿Es el acto de conocer una realidad en sí?

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El acto de conocer, la mente en cuanto está en acto, no es "en sí", no es una substancia o un accidente aristotélico.

El acto de conocer (que es enérgeia en terminología de Aristóteles) es un sentido del acto distinto del sentido del acto de la realidad en sí.

La realidad en sí es lo que en griego se llama ousía (substancia); se puede hablar de substancia en acto, y esto significa entelécheia en el el lenguaje del Filósofo.

Si el conocimiento fuera substancia, sería un acto separado o incomunicado.

Por tanto, tiene que haber un sentido del acto que no sea substancia (y tampoco accidente).

De ninguna manera se puede admitir que el acto de conocer sea incomunicado.

No somos sólo células organizadas y vivas. Somos seres abiertos por dentro, y por fuera.
Capaces de comunicar.
Y no monolitos "en sí".


Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.70.3

¿Puede unir la aventura por la vida?

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Paola Binetti estuvo hace unos años en Kinshasa para participar en unas jornadas sobre el sentido del dolor.

Es diputada italiana del Partido Democrático de centro-izquierda, psiquiatra.

He leído que estuvo en Zaragoza en noviembre 2009 para el V congreso internacional provida.

No me agrada que se utilice la expresión "batalla" por la vida, cuando se trata de la aventura por la vida.
Aunque entiendo que es sólo una imagen para indicar el esfuerzo que exige esa aventura.

Pero lo interesante de sus declaraciones ha sido, de mi punto de vista, el señalar que debemos sustituir la visión del hombre como sujeto de derechos individuales, por la visión del hombre responsable socialmente.

Podríamos decir que eso es algo que vale tanto para la derecha como para la izquierda. Aunque yo lo sienta, siempre desde mi punto de vista, como más de izquierdas que de derechas.

Lo que nos hace humanos no es la autodeterminación, seguía dicendo la Binetti, sino la capacidad de dar y recibir.

Luego se extiende sobre la ética del cuidado y la importancia de olvidarse de sí mismo, de no centrarse en la realización de sí, egoísta y solitaria.

El siglo XX ha sido el siglo de los derechos individuales; el siglo XXI debe ser el de la solidaridad social.

Benedicto XVI lo dice en la Caritas in veritate: hay que repensar la categoría "relación".

La aventura por la vida merece alcanzar un consenso universal.


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¿Es malo provocar un aborto?

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El aborto es un atentado contra el hombre, porque es la interrupción del crecimiento humano.

Un embrión no pierde el tiempo. Se dedica sin interrupción a multiplicarse celularmente, diferenciándose: ¡magnífica existencia la del embrión!

Todo lo que vaya contra el crecimiento humano es, simplemente, malo.

Provocar un aborto es malo.


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¿Por qué Platón no acierta a explicar bien el conocimiento?

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Porque considera la mente como una realidad en sí.

Una realidad en sí no puede conocer otra realidad en sí.

Y no lo puede porque necesitaría un puente entre las dos realidades en sí.

Platón piensa ese puente con la idea de koinonía, o comunión entre las ideas. Es el Uno el que soluciona, para él, el problema de la comunicación entre las ideas en sí.

Es una solución mística que explotará Plotino.

La solución de Aristóteles es más sobria y correcta. El conocer aristotélico es un despertarse de la mente. El hombre es capaz de poseer inmaterialmente todas las cosas.

La realidad del conocer no está hecha de la misma pasta que la realidad del carbón.
No somos ni montaña, ni volcán, ni robots. Nuestro conocer no es humo de chimenea. Soy, también, chispa divina.


Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.70.3

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¿Es la substancia la realidad por antonomasia?

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Por una inveterada manía, que preside en gran parte una orientación filosófica correcta, que es el realismo, se suele tender a considerar que la realidad por antonomasia es la substancia; es lo que se llama realismo substancialista.

Ahora bien, si se entiende que la substancia es la realidad por antonomasia se concluye que la plenitud de la noción de acto corresponde a la entelécheia.

Ser real como una montaña es real, como un monolito.

Entonces, el conocimiento en acto, el acto de conocer, se considera secundario, como si fuera un accidente de la montaña, un volcán. Se le presta menor atención, como si fuera un asunto marginal a la filosofía primera.

El ser personal no es estrictamente substancia. El ser personal es otro sentido del ser. La persona, más que substancia es subsistente espiritual abierto.

No es lo mismo ser una montaña que “conocer” una montaña. “Conocer” es ser comunicando, incorporando otras realidades. Estamos abiertos por dentro y por fuera.

La imagen del volcán (que es sólo una imagen) nos sirve como eso, como imagen. Somos energía, enérgeia, pero no energía física sino “espiritual”. La persona puede dar más, puede darse, ser comunión.

Puedo poner todas mis “energías” al servicio de Dios. Y de los leprosos.


Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.71.2
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¿Qué es característico del ser accidental aristotélico?

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Accidente, symbebekós : lo que está junto a, lo que es “en otro”.
Por ejemplo, el amarillo es un accidente, una propiedad que no es en sí.

Es en una substancia que puede tener el accidente amarillo o el accidente azul.

Tenemos así la distinción substancia-accidente: las 10 categorías aristotélicas.

El realismo substancialista da tanta importancia a la substancia, al sentido del acto como entelécheia (las formas substanciales y las formas accidentales) que olvida que Aristóteles descubrió, ya en su juventud, otro sentido del ser, que es el propio de los seres vivos, energéia.

“Conocer”, por ejemplo, no se debe considerar como un accidente de la persona, pues lo que se conoce está incorporado íntimamente a su ser.

“Ver”, no es un accidente para el águila. El accidente sería quedarse tuerta o ciega. “Ver” es energéia para el águila. Es el despertarse de su capacidad de situarse en los aires.

La vista no subsiste en mí. Soy yo quien te ve, y quien te mira, con una acción inmanente, que no debe calificarse de accidental (el accidente es exterior a la vida).

Polo, filósofo de la distinción, ha recuperado la distinción entre los sentidos de la potencia y el acto propios de la física (substancia y accidentes) y los sentidos de la potencia y el acto propio de los seres vivos (facultades sensibles y potencias espirituales. Actos inmanentes).


Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.71.3

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¿Sirve la distinción substancia-accidente para entender la distinción entre la “enérgeia” aristotélica y la “entelécheia”?

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No.

Energéia es un sentido del acto que no es “en sí”, como la substancia.

Energéia es acto ejercido, inmanente, no acto “acabado”, separado.
Cuando vemos, estamos viendo.

Tampoco la energéia es accidente.

No es algo acabado que existe en un “en sí”. La energéia no está “acabada”, al vivir seguimos viviendo.

Substancia-accidente es un par que sirve para entender a los entes físicos no vivos.

Si se aplica este par al viviente, se dificulta comprender el acto inmanente que existe en la unidad de su vida.
Imbricado en su ser.
Respirar no es ser un volcán.

Si reservamos la noción de substancia y accidente a los seres no vivos, es decir, a la física, se entiende que ver, oír, entender, vivir, no son accidentes, sino actos del ser vivo, no actos en el sentido físico (entelécheia) sino actos inmanentes (energéia) integrados en la unidad de la vida.

No es lo mismo estar amarillo (porque estoy enfermo del hígado), que es un accidente del cuerpo (entelécheia), que pintarme de amarillo, que es un acto del que es dueño, la mujer o el hombre que han decidido amarillearse. Es un acto incorporado a su ser, íntimamente decidido.

Aunque físicamente el amarillo es accidente. Amarillearme es energéia, mientras que estar amarillo es entelécheia. Son dos actos distintos en la misma realidad física.

Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.71.4
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¿Es el acto de conocer un accidente?

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Que el acto de conocer no sea substancia (4.1) (ya que es energéia, acto inmanente, no acabado, sino ejercido) de ninguna manera significa que sea accidente.

El realismo substancialista no encuentra otro lugar ontológico para el acto de conocer que el estatuto de accidente.

Muchas veces se dice que el acto de conocer es un accidente (un acto segundo), pero eso es una consecuencia de privilegiar la entelécheia, los actos acabados.

Primero, dicen, el hombre es una substancia, y después, piensa.

Pensar es entonces un accidente.

Pero al hombre, en tanto que ser vivo, no le conviene el nombre de substancia. Lo que hay que privilegiar es su carácter de ser inmanente, rico por dentro y abierto por fuera, energéia. La realidad por excelencia no es la realidad en sí.

Pensar no es añadir adornos al ser. No es algo que “nos pasa”.

Pensar es aceptar el desvelamiento, en mi ser, de los dones que recibo. Es el despertarse de la vida más alta.

No es un accidente, es ser lo que somos.

Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.71.4

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¿Es el acto de conocer un acto "extratemporal"?

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Sí.
Porque el pensar y lo pensado son lo mismo en estricta simultaneidad.

El acto de pensar ha alcanzado "ya" su fin.

No se trata de construir una casa, ladrillo a ladrillo. Conocer no es una relación adquisitiva o constructiva, no es un intento: no es ir a lo conocido, sino que "ya" se posee lo conocido.

Correlativamente, Aristóteles dice: mover y movido. El mover y lo movido son distintos pues lo movido es en el tiempo. No se construye de una vez, sino que hay que ir construyendo ; el movimiento de construir, en este sentido, es continuo: un paso detrás de otro. En cambio, el acto de conocer no es continuo, porque, si se conoce, "ya" se conoce.

Entre el mover y lo movido no hay unidad en acto, porque mientras se está ejerciendo el mover, lo movido todavía no es perfecto, no ha llegado al término.

La casa no está todavía en el acto de construir. Cuando la casa está, ya no se construye más.

El acto de conocer sí que no se detiene cuando se posee lo pensado. Es acto ejercido.
Lo conocido está en el mismo acto de conocer. Lo pensado está presente al pensarlo.

Pensar no es humo que va saliendo del cerebro.


Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.75

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¿Cuál es el descubrimiento aristotélico que ha dado más de sí?

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Quizá el descubrimiento aristotélico que ha dado más de sí es el descubrimiento de la composición de acto y potencia.

Polo ha, sin embargo, recuperado la distinción entre dos sentidos distintos del acto y de sus correspondientes potencias. Intentaremos describirlos.

Los seres físicos del universo, las sustancias, están en potencia de transformarse en otras sustancias o adquirir nuevos accidentes, nuevos actos. Al acto substancial, Aristóteles lo llama entelécheia.

Este es el sentido de la potencia y del acto que ha hecho más fortuna.
Las substancias (entelécheias en sí) están en potencia de adquirir actos accidentales.


Pero Aristóteles descubrió, ya en su juventud otro sentido de la potencia y del acto propio de los seres vivos.

Existen también en el universo algunos seres capaces de moverse a sí mismos. Son los seres vivos. Se mueven creciendo, actualizando potencialidades superiores, incluso se reproducen para sobrevivir.

Los vivientes superiores (animales) tienen un cerebro que es soporte de potencialidades riquísimas. Me permito pensar que un primate bien evolucionado podría llegar a tocar el violín, copiar un texto al ordenador o hacer esgrima. En efecto, del mismo modo que el cerebro del animal puede ver, sentir o dormir, podemos sospechar que tiene una potencia formal capaz de realizar todas esas funciones.

La actualización de esas potencialidades es lo que los biólogos llaman “epigénesis”.
Entiéndase : no es que el cerebro vea o juegue, sino que gracias al cerebro, el animal puede actualizar esas funciones inmateriales que están unidas a la organización cerebral.

Esos actos superiores son llamados por Aristóteles enérgeia (son como las energías de los seres vivos).
Es como un despertarse. Se pasa de no ver a ver; de no oler a oler; de pastar pacíficamente a tener miedo del lobo; de volar a lo loco a construir un nido.

Esta vida que no es movimiento desde fuera sino inmanencia es la energéia de Aristóteles.

A los seres vivos, si queremos ser estrictos, no se les debe llamar substancias.


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¿En qué supera el hombre al animal?

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El hombre es el animal que tiene razón.

El Filósofo saca provecho de su descubrimiento del par potencia-acto.

Existen aún seres más performantes que los animales, porque su crecimiento es irrestricto : se salen del universo.

Poseen una luz interior (divina, la llama) que les permite conocer las cosas tal como ellas son independientemente de los cambios.

Este conocimiento les permite ponerle nombre a las cosas : “agua”, “fuego”, “hermano”, “tristeza”, “pájaro malo”, “pájaro bueno”, “pájaro loco”.

Esta potencia intelectual no es inherente al cerebro porque no es algo concreto, determinado, que pueda estar unida a un órgano o a un cambio físico o a un potencial eléctrico.

La sensación del agua fresca que tienen los animales sí es concreta y aunque en sí misma es inmaterial, está ligada al cerebro.

Pero decir “agua” sabiendo lo que es el agua y lo que es el agua fresca, y que ese agua “existe”, no hay circuito cerebral que lo contenga.


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¿Es Aristóteles sólo un testamentario de la filosofía griega?

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Nada de eso.
Es mucho más.

Aristóteles piensa de nuevo la filosofía anterior y da varios pasos adelante.

Aristóteles acoge a los filósofos griegos anteriores.
(Ese acogimiento muestra el mismo talante que encontramos en don Leonardo, abierto a todos).

Siempre se puede saber más.
Si no, sería aburridísimo.

La filosofía viva (la que vive en cada uno) no paraliza, no nos acartona, sino que impulsa.

La filosofía ha de reemprender la marcha.

Como estamos situados en la historia de la filosofía, es preciso transmitir la gran herencia. Sin embargo, la verdad vuelve a encenderse.


Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.63.4

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¿Destaca Polo otro descubrimiento aristotélico de más calado que el par potencia-acto?

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Sí.

El hábito.

Para poder pensar se necesita una experiencia previa, unos hábitos innatos que no están ligados al cerebro.

El hábito de los primeros principios, por ejemplo, nos permite conocer lo que es la realidad.

El hombre, cuando su cerebro crece, cuando es capaz de fijar la atención, de detener el automatismo cerebral, comienza a usar su razón.

El conocimiento intelectual no es el resultado de un movimiento físico del cerebro. El cerebro se mueve, pero lo hace ahora para frenar sus automatismos.

El arte de jugar al ping-pong exige dejar al cuerpo actuar, dejarse llevar por los reflejos... y en el momento oportuno, tomar una decisión, intervenir, para dar el jaque mate.
Esa decisión es de un animal racional, de una persona humana. De un campeón de golf o de ajedrez. O de un buen contador de chistes.

Al pensar, la persona se para, se sale del tiempo, detiene el automatismo biológico, y comprende lo que piensa.

Más aún, su conocimiento se enriquece con su memoria intelectual, que son precisamente los hábitos.

Unos son adquiridos (como el hábito de juzgar o razonar).
Otros son innatos (como el hábito de los primeros principios).


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¿Es lo mismo la memoria intelectual que la memoria orgánica?

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La memoria orgánica, propia de la vida animal, es un "banco de datos".

La avispa sabe volver al agujero desde donde salió porque es capaz de retener, en su cerebrito, el pasado. Puede orientarse rememorando los pasos sucesivos que ejecutó.

El hábito, la memoria intelectual de Aristóteles no funciona así.

La memoria de la vida animal se refiere al tiempo, a los cambios sucesivos.

La memoria intelectual (el hábito) se refiere a lo que no cambia, a lo esencial extratemporal.

Yo no vuelvo a un agujero, sino a mi hogar.


Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.65.2

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¿Afronta Aristóteles la memoria intelectual del mismo modo que Platón?

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No.

La memoria, la anámnesis, es , en sentido platónico, la vuelta a una vida anterior a ésta, el camino que saca de la caverna.

Aristóteles encuentra un término más adecuado para explicar la memoria intelectual : el hábito (1.9.2), el conocimiento habitual.

Para Platón, el conocimiento superior es una vuelta al pasado.

Aristóteles discrepa netamente con Platón en este punto: el hábito no remite a una vida anterior sino que es un refuerzo del pensar, un refuerzo adquirido.

El hábito es una conquista, una novedad que se alcanza con la experiencia de la vida.

Conocemos mejor cuando conocemos lo que conocemos.

La visión global (1.17) que el hábito proporciona no es una mariposa que va de flor en flor, sino que es recolectiva, tiene muchas cosas en cuenta a la vez.

El ejemplo más claro es la virtud de la prudencia.

No se trata de salir de la caverna, como si este mundo no fuera real.

Se trata de estar atento : encender la luz.


Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.65

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¿Está desprestigiada la noción de hábito?

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Sí y no.

En la filosofía moderna, la noción de hábito (1.9.2) se ha perdido o devaluado.
Se dice : "esta persona tiene hábitos" aludiendo a que tiene manías, rutinas, o meras costumbres.

Del punto de vista intelectual, los hábitos serían "prejuicios" y desde el punto de vista de la voluntad los hábitos (que entonces se llaman hábitos morales) nos quitarían responsabilidad : por ejemplo, ser ordenado, puntual y otros "amaneramientos".

Queda un poco de prestigio al hábito, en la filosofía moderna, cuando se le asimila al "contexto", ya que les sirve para justificar la falta de compromiso.

La noción de "contexto" es una noción debilitada de la visión global (1.17). Se acogen las novedades dentro de unas coordenadas, de un "contexto". Somos así y no podemos salirnos fuera de lo que ya somos.

El hábito aristotélico no es eso.
El hábito aristotélico es un refuerzo que nos permite conocer mejor y actuar con el apoyo del bagaje de la experiencia.

Si recuperamos la noción de hábito se enciende la llama del atleta : mi destino está en mis manos. Puedo mejorarme más allá de lo que mi situación inicial me permitía. No estoy solo.

Soy capaz de novedad.
No se trata de gozar de los múltiples placeres que ofrece la vida. Al final, el gusto se estraga y el caleidoscopio cansa y cansa, ¡qué aburrimiento!

Se trata más bien de la auténtica novedad: vemos más y mejor ; amamos más y mejor. Es un canto.

Por ahí va la noción de hábitoel refuerzo que abre horizontes, posibilidades, novedades.

Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.65.3

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¿Se parece el hábito a lo que suele llamarse experiencia de la vida?

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Sí.

La experiencia de la vida le hace a uno capaz de darse cuenta de cómo tienen que ver entre sí los acontecimientos.

Es un "refuerzo" de nuestro modo de conocer que amplía el ángulo visual.

El hombre prudente no es el apocado, sino el que descubre oportunidades y alternativas gracias a la experiencia adquirida.

La experiencia de la vida, cuando está bien coordinada, es un hábito noético-práctico llamado frónesis (prudencia).

La madurez sabe conjuntar, superando el mirar a través de un canuto, sin dejarse llevar por estímulos deslabazados.

El hombre prudente contextualiza.
La prudencia es una forma práctica de visión global (1.17).

El hábito bueno da al sabio la profundidad de su mirada.

La altura del águila.
Su planear veloz.

Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.66

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Qué es filosofar?

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Filosofar es estar atento.

Gracias a la atención, los hábitos, la experiencia de la vida, la visión global, refuerzan nuestro pensamiento y conducen mejor nuestra conducta.

Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.64.3

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¿Qué me dices de Aristóteles?

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Muchas cosas.

Pero me gustaría empezar encuadrando la visión global (1.17) de Aristóteles dentro de los tres modelos de síntesis propuestos por Arellano.

Según la explicación de Arellano, en el modelo endológico de Platón, todas las ideas o esencias tienen el mismo rango y se unen en el Uno, que es el Bien.

El modelo aristotélico de síntesis es el modelo analógico: aquí los entes no son todos iguales. Hay entes que son de mayor entidad que otros.

Aristóteles tiene el mérito (realista) de distinguir entre seres que tienen un crecimiento limitado y otros seres que, aunque son también del universo, pueden crecer irrestrictamente, porque existe algo en ellos que podemos llamar extracósmico (y que él considera una chispa divina).

Todos son entes, pero no del mismo modo.
El ser se dice de muchas maneras.

No es lo mismo una niña que una foca.


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¿Cómo recibe Aristóteles la filosofía anterior?

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La filosofía griega admira la estabilidad de las esencias (la verdad de las cosas) y también el orden del universo (la síntesis en unidad).

En Aristóteles el conocimiento de esencias y el conocimiento de lo global son dos niveles, dos conquistas que están en la misma línea (que él llama epagogé).

No somos un montón de arena en la playa.

La luna no luce por casualidad.

Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.63.4

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¿Debe el filósofo hacer balance?

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Todo filósofo necesita hacer un balance para incorporar la herencia de la filosofía anterior.

Incluso el enano, al subirse a los hombros de un gigante, conseguirá ver más lejos.

A veces, si el balance se hace de manera erudita, resulta un pensamiento acartonado.

Heidegger dice que entonces es una tradición rígida.

Heidegger se propuso romper esa rigidez, aportando su contribución a la filosofía. Lástima que en él siempre se va de lo claro a lo oscuro, y nunca al revés.

La filosofía es vida para el hombre. Querer ser original es marchitarse. La vida se vive por dentro, pero unidos a la savia de la histoira, subidos en nuestra situación.

Cada uno debe hiparse. El balance no es contabilidad, sino meterse en un río.

Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.64

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