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Sí.
El hábito.
Para poder pensar se necesita una experiencia previa, unos hábitos innatos que no están ligados al cerebro.
El hábito de los primeros principios, por ejemplo, nos permite conocer lo que es la realidad.
El hombre, cuando su cerebro crece, cuando es capaz de fijar la atención, de detener el automatismo cerebral, comienza a usar su razón.
El conocimiento intelectual no es el resultado de un movimiento físico del cerebro. El cerebro se mueve, pero lo hace ahora para frenar sus automatismos.
El arte de jugar al ping-pong exige dejar al cuerpo actuar, dejarse llevar por los reflejos... y en el momento oportuno, tomar una decisión, intervenir, para dar el jaque mate.
Esa decisión es de un animal racional, de una persona humana. De un campeón de golf o de ajedrez. O de un buen contador de chistes.
Al pensar, la persona se para, se sale del tiempo, detiene el automatismo biológico, y comprende lo que piensa.
Más aún, su conocimiento se enriquece con su memoria intelectual, que son precisamente los hábitos.
Unos son adquiridos (como el hábito de juzgar o razonar).
Otros son innatos (como el hábito de los primeros principios).
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