Cuando decimos “infuso” parece que nos referimos a nuevos
dones que Dios da a las personas. Dones que no dependen de su naturaleza sino
que son nuevas iniciativas divinas.
Sin embargo, desde la Antropología trascendental, podemos darnos
cuenta de que la persona humana es también naturalmente “novedad”.
El ser personal humano es “novedad” creada por Dios.
Por lo tanto podemos decir que la iniciativa es siempre
divina, es decir, es siempre "infusa", también para las virtudes que adquirimos con nuestro esfuerzo.
Por ejemplo, aunque la templanza es una perfección de la
voluntad adquirida por la repetición de actos “templados”, la voluntad es, anteriomente, activada por la sindéresis,
habito innato del intelecto personal,
y por tanto don de Dios “infuso”.
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¿Qué es lo que caracterizaría a las clásicas virtudes
morales infusas? ¿Cómo abordarlas desde la Antropología trascendental poliana?
A mi modo de ver, las virtudes infusas “sobrenaturales” son una
anticipación de cómo veremos lo que
ha sido nuestra vida, cuando lleguemos al Cielo.
Esta “anticipación”
es un nuevo don de Dios, que nos llega por el Espíritu de Cristo y cuyo signo
eficaz es el Bautismo.
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