Por mucho que el hombre crezca, por mucho que se
perfeccione a lo largo de su vida en forma de hábitos, a pesar de todo, en el
hombre siempre permanece la distinción entre la essentia y el esse; nunca
el hombre puede llegar a ser "una" identidad.
Es decir, por grande que sea su crecimiento esencial,
siempre su ser está por encima de él.
Polo suele decir esto así: el hombre es un ser que
carece de réplica en su interior (en su esencia).
Nunca llegaremos a ser la persona que somos.
Aunque nuestra esencia puede crecer, y nos hacemos más
coherentes con el ser personal que somos (eso es precisamente el crecimiento
personal), sin embargo, eso no tiene más que el carácter de una manifestación
de mi persona.
La persona crece al crecer su esencia, se expresa
mejor, según su esencia. Pero la persona humana es inagotable, no es idéntica.
La esencia va hacia delante, pero nunca se agota.
Nunca se supera en el hombre la distinción real entre
esencia y ser personal.
Y cuando veamos a Dios cara a cara será nuestra
esencia la que estará por encima de nuestro ser. Siempre inidénticos. Siempre
hijos.
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