La reproducción humana
tiene de particularidad el estar transida de sentido ético.
Por ser el hombre un
animal, su generación tiene una dimensión biológica, pero como tanto los padres
como el hijo son seres inteligentes (aunque transitoriamente no se den cuenta)
esa dimensión es inmediatamente trascendida: hay que cuidar al hijo para
que crezca humanamente, inteligentemente. (Una mala solución, éticamente
destructora, sería eliminar al hijo).
Lo engendrado por los
padres no es un animal, sino una persona. De ahí el reconocimiento en las
sociedades humanamente civilizadas de la dignidad de la reproducción humana.
Y de ahí también el valor
civilizador de la familia.
De esto habla Polo en
"Ética". Hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª edición.
Unión Editorial. p. 58
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