No.
La persona no tiene réplica en su interior.
La persona no puede saber en su intimidad quién es. No
puede saber qué espera el Creador de ella. (Y menos aún puede darse el ser,
realizándose).
Por eso se aviene sin dificultad (dócilmente) a hacer
algo, a buscar el don que le permitirá ser aceptada por Dios y conocerse como
Dios la conoce.
La persona es dócil porque se abre
inherentemente al mundo, al propio cuerpo, para constituir su don con el que
busca destinarse a Dios.
El intelecto personal se desdobla gracias a
la sindéresis, que es una voz interior, que le impele a obrar: ¡haz el bien!,
¡lo tuyo es obrar!
El yo (hábito de sindéresis) impele: lo tuyo
es actuar. De ahí nace, trascendentalmente, nuestro sentido del deber.
La persona, desde el ápice de su yo es
siempre "dócil", se abre inherentemente, irremediablemente, para
responder al amar de Dios.
Hélas !,
nuestra mala sombra (del yo) puede nublar el noble impulso y metemos la pata.
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