De ninguna manera.
La libertad no debe confundirse con la independencia.
Ejercer la libertad es poder pasearse, con cielo
despejado y cálido, en el ámbito de la máxima amplitud. Pero si esa amplitud se
me acaba, el paseo se vuelve laberinto sin salida: estoy encerrado.
No hay verdadera libertad sin dependencia de un Amor
que no nos condiciona, de un amor inagotable.
La libertad radical exige la existencia de Dios.
Pero no de un Dios "en soi". Si Dios fuese
una inmensa mole, o el ente inmóvil de que hablaban los griegos, estaría
cerrado. Entonces yo no sería libre, sería una partícula, un alma aristotélica,
atraída irremediablemente por otro que no me ama.
Para ser libre, Dios tiene que ser persona.
Es menester que haya correspondencia, réplica.
Dependo libremente de Dios y a más dependencia, más
libertad.
Y entonces descubro que puedo ejercer mi libertad no
sólo respecto a Dios, destinándome a Él, sino también respecto a las demás
personas. Los otros no son el infierno, como dice Sartre. Servir amorosamente a
los demás es libertad multiplicadamente dependiente.
De
esto habla Polo en el último capítulo de "Quién es el hombre" p.
223.3
Para
saber más sobre la libertad
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1.1.2 libertad
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1.1.2 naturaleza y libertad
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5.5.4 libertad personal o trascendental
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5.5.4 libertad nativa
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5.5.4 libertad de destinación.
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6.1.5 libertad esencial o de
disposición
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6.8.0 metalógica de la libertad
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2.15.0 demostración de Dios
.
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