Polo define el pecado como el error peculiar de la
libertad.
La libertad trascendental que co-somos es apertura
interior irrestricta.
Si al abrirnos encontramos un muro (el ser sencillo
del universo marmolizado de Parménides), la libertad se abre a la nada.
La perplejidad es entonces completa, carecemos de
destino. Estamos encarcelados, condenados a vivir, esclavos.
¡Oh Platón!, qué razón tenías…
Si en lugar de salir a la luz, elegimos quedarnos
encerrados, diciendo que Dios es una mentira, tendremos lo que queremos: la
caverna.
Nosotros también, Madre, queremos subir al Cielo.
Glosa
a Leonardo Polo en Quién es el hombre, p. 224.3
.
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