Podemos decir
metafóricamente que el universo físico morirá cuando desaparezca la vida en él.
Aunque no se podría descartar que aparezca de nuevo la vida, si se dan las
condiciones, según el orden del Creador.
Quien realmente muere es el hombre o la mujer cuando
pierde su cuerpo.
La muerte es un "paso", en el que el alma
no puede llevarse el cuerpo consigo al no ser su unión suficientemente estrecha
o fuerte.
Y aunque el alma (espíritu que hay detrás o dentro),
sea inmortal, queda desvalida al no poder manifestarse, disponer, iluminar y
otorgar (salvo que Dios se comunique a ella de otro modo, tal como espera y
cree la fe cristiana). De ahí que la muerte sea una situación tremenda para el
hombre o la mujer que se mueren.
El cristianismo ilumina, sin embargo, el sentido donal
de la muerte: acto de amor supremo que merece, en Jesucristo, recuperar el
cuerpo, ahora glorioso.
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