¿Por qué me parece que el don del Espíritu Santo más alto es el don de Piedad?

 


Me lo parece porque corona nuestra filiación divina.

 

La persona humana es hija. Somos hijos.

 

Es cierto que el Espíritu Santo, con su gracia santificante, nos da las tres virtudes teologales sobrenaturales, y sus siete dones, y sus frutos.

Pero en la diversidad siempre tenemos que respetar la jerarquía.

El trascendental personal más alto es el Amor personal.

Después viene el Intelecto personal con sus hábitos innatos de sabiduría, primeros principios y sindéresis.

 

«Los que son guiados por el Espíritu de Dios, estos son hijos de Dios. Porque no recibisteis un espíritu de esclavitud para estar de nuevo bajo el temor, sino que recibisteis un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: “Abbá, Padre”» (Rm 8, 14-15).

 

No es lo mismo conocer que amar.

El sentido de la filiación divina exige conocimiento, pero sobre todo exige la piedad de un hijo.

Por encima del don de Sabiduría, debe situarse, a mi entender, el don de Piedad.

 

La apertura transcendente correspondiente es la esperanza trascendental que se abre a Dios Padre.

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