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Uno de los problemas que resuelve la propuesta de Adam Solomiewicz (p.55c de su Excerpta) es el de la índole de la distinción entre el aceptar y el dar personales.
Sin embargo, hay cierta
jerarquía ontológica entre el aceptar y el dar, pero un jerarquía no fija, sino
circular.
Uno de los problemas que resuelve la propuesta de Adam Solomiewicz (p.55c de su Excerpta) es el de la índole de la distinción entre el aceptar y el dar personales.
Esto se entiende cuando
descubrimos que el amar personal no se traduce inmediatamente en dar, sino que,
antes, se extiende a la esencia, activándola.
En el momento inicial, el
aceptar la actuosidad de su ser, es superior al dar.
Pero, sin intervalo, al
constituirse el acto voluntario, el aceptar se convierte en dar, y ese dar,
enriquecido por el don esencial, es superior al aceptar del que proviene (al
ser aceptado por Dios). Da un don-Don.
El aceptar no se traduce
inmediatamente en dar sin pasar por la conversión a nivel voluntario.
El dar, (enriquecido con
el don) es mayor que el dar personal nativo, pues ya no da solamente el Don
recibido de Dios, sino el Don-don-Don.
La distinción jerárquica
aceptar-dar no es vertical, sino horizontal, alternativa o circular.
Más aún: no cabe
circularidad amorosa transcendente directa de cada miembro de la
dualidad radical.
Dios Acepta el don que “seremos” gracias a nuestra aceptación “donal”, mediante la actividad esencial.
La distinción jerárquica
circular significa alternancia indesfuturizable.
Dios da más, porque la persona humana da más.
La persona acepta más porque Dios Acepta más.
Dios Acepta el don que “seremos” gracias a nuestra aceptación “donal”, mediante la actividad esencial.
Dios da más, porque la persona humana da más.
La persona acepta más porque Dios Acepta más.
Más, más, más.
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