Lo suele ser.
Los pensadores medievales decían que tienen más
"humores".
Tienen más facilidad para llorar, reír, soñar, y para
cambiar rápidamente. Suspirar.
Es como si tuvieran el alma muy pegada al cuerpo.
De ahí que puedan dar color, aunque no todas, a lo
concreto, con agudeza, matizando.
Se
habla de esto en Juan Fernando Sellés. Antropología para inconformes p.279.3
.
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