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El cerebro humano es más delicado que el de los
animales.
Un bebé no soportaría los traqueteos de un mono.
En cuanto al funcionamiento, los neurólogos llaman la
atención sobre su mayor "sincronía".
Todo tiene que ver con todo.
(Algunos hablan de enmarañamiento, y se atreven a
decir que de ahí nacería la "idea" de alma inmortal).
Yo diría que más que enmarañamiento lo que se observa
es un cierto caos inexplicable e inextricable.
Esto nos permite corroborar algo que también los
neurólogos nos lo están afirmando: para pensar hay que frenar la actividad del
cerebro, con inhibidores. Hay que pararse a pensar.
El cerebro humano puede correlacionar más elementos al
unísono, es más rápido, su disco duro contiene más información. El animal
solamente necesita los datos que permitirán subsistir a su especie.
El hombre puede conocer más, correlacionar más.
Dicha correlación se corresponde con la noción de
"sincronía".
La sincronía es una característica del tiempo físico
de los seres vivos. También de los animales.
Y es precisamente la sincronía la que permitirá al
hombre, inserto en el mundo físico, la
simultaneidad propia de la abstracción.
En efecto, abstraer es articular el tiempo, parar
irrealmente el tiempo, detener el caso. El abstracto es uno y universal, es
objeto en el que se integran diversos asuntos concretos, imaginados, recordados
y proyectados.
Esta integración, a nivel físico es sincronía, y a
nivel intelectual permite la simultaneidad entre el acto de conocer y lo
conocido.
Esta nueva simultaneidad no es física, pues es
"lo mismo". Es posesión intencional.
El objeto físicamente es sincronía; mentalmente es
irreal, es la diferencia pura con el ser; es puro enviar a lo conocido, que es
la realidad. Lo que en la realidad es caótico, en mí es el retrato de mi amada.
Se
habla de esto en Juan Fernando Sellés. Antropología para inconformes p.280
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