La ética arranca en el
momento en que aparece la inteligencia humana.
La evolución de los
homínidos llega a su cima cuando son capaces de trabajar. Entonces, o inventan
instrumentos para adaptar el medio a sus necesidades o se extinguen dada su
inadapatación al medio.
O aparece la inteligencia o
desaparecen.
La inteligencia trae consigo
el conocer lo que nos hace sobrevivir y crecer, lo ético.
El "deber" de los
hombres es actuar inteligentemente.
El trabajo no es un proceso
automático (como el laborar de las hormigas) sino ético. Para sobrevivir el
hombre "debe" trabajar, pues al culminar la hominización, como
acabamos de decir, el cuerpo del hombre queda libre de la necesidad primaria de
adaptarse al medio. Ahora "debe" adaptar él el medio.
Las neuronas libres permiten
que la vitalidad del hombre conecte con su potencialidad manual : ya puede
producir novedades. Luego "debe" producir novedades.
Son de notar los muchos
asuntos humanos de toda índole que se esclarecen en cuanto que tenemos en
cuenta que el hombre ya puede trabajar.
Sin embargo, de nada le
serviría poder trabajar si no es capaz de controlar su conducta, "sabiendo"
a dónde va, "conociendo" lo que quiere.
El hombre "debe"
saber que "debe" trabajar.
Sin saber de sí, sin
espíritu, el hombre es inviable. La ética arranca al aparecer la inteligencia,
espiritual : al llegar al uso de la razón.
¿Sólo habrá ética, entonces,
cuando alcanzamos los siete años?
No. Hemos defendido que el
crecimiento del embrión también es ético. De una parte porque los padres
"deben" dejarle vivir y desarrollarse, pero también porque el cuerpo
del embrión humano pertenece a la especie humana y la humanidad es una especie
"humanizada", que vive en comunión "inteligente" para
cuidar unos de otros.
Más aún, cuando usted y yo
éramos embriones, lo mejor que pudimos hacer es desarrollarnos.
Aquel embrión era ya nuestro
cuerpo, no tenemos otro.
La especie humana es
"racional", luego es "ética". Tiene su destino en sus
manos.
De esto habla Polo en
"Ética". Hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª edición.
Unión Editorial. p. 40.2
.
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