Sí.
El hombre es de suyo trabajador.
Cabe alegar que exagero y pensar que trabajamos porque
no tenemos más remedio y que el prestigio del trabajo es un prejuicio de una
época concreta.
Es cierto que hay otras culturas más antiguas en las
que los hombres trabajan muy poco; nosotros estamos en una situación activista
un poco neurotizante o que conduce al agotamiento y a la depresión psíquica.
Podríamos pues pensar que somos víctimas de oprimentes
convencionalismos sociales.
Quizá el enfoque occidental (o japonés) del trabajo
sea una hipertrofia, pero lo es de algo constitutivamente humano.
Ser moreno o rubio, más alto o más gordo según la
dieta, con mayor capacidad pulmonar o más hematíes si vive en la montaña, son
diferencias secundarias, no específicas.
El hombre es de suyo
trabajador, creador de un mundo propio, habita en él sin
necesidad de adaptarse al medio y gracias al trabajo crea lazos de comunión
personal.
De esto habla Polo en "Ética".
Hacia una versión moderna de los temas clásicos. 2ª edición. Unión Editorial.
p. 40.2
.
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