Porque son "redundancias".
Los actos humanos tienen consecuencias, repercusiones o refluencias, no sólo al exterior (cuando creo un programa informático), o cuando me enriquezco interiormente al adquirir hábitos buenos (y llego a ser "programador" informático), sino que también, tienen una redundancia afectiva pues, al actuar, "me encuentro" mejor o peor, me "siento" en una nueva situación.
Este "sentir" agradable o desagradablemente mi estado es, a su vez, un "precedente" de nuevos actos (si me compran el "programa" me "animo" a seguir programando).
Los sentimientos articulan mi vida al ser "precedentes" de mis actos y "consecuentes" a mis actos.
Se refuerza así (dándole color) la cadena de mi vida.
De esto habla Juan Fernando Sellés en el Cuaderno de Anuario Filosófico, nº 227, "Los filósofos y los sentimientos", p. 97.3