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Sí. Y aunque sea provisional, es bien sabrosa.
Gracias a la generosidad de dejar de buscar su réplica, (que es su felicidad), la persona se abre hacia fuera, y al ejercer el hábito de los primeros principios reales, conoce a Dios Creador, y al mundo, y a su cuerpo como dones del Creador.
¡Vaya regalo!
Glosa a Juan A. García Gz, Cuatro matizaciones, Miscelánea poliana, 12 (2007)
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