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Para los griegos la voluntad es potencia, imperfección, deseo de lo que no se tiene.
Esa voluntad se perfecciona con las virtudes. El hombre virtuoso, el hombre generoso, llega a actuar con desinterés, por amistad.
El hombre virtuoso ha conseguido la "hiperformalización", se ha mejorado. Goza al ser bueno.
La antropología cristiana, sin embargo, abre nuevos horizontes. La dimensión íntima del hombre que los cristianos anuncian, la dimensión que hace que el hombre sea persona, es capaz de aceptar y dar, añadiéndose a la vida, otorgando su canto.
La voluntad entonces no sólo se hiperformaliza, sino que se hiperteleologiza, es decir, puede otorgar bienes que no están en potencia en la naturaleza, sino que son inventados por la libertad. Ése es su canto.
La voluntad no es sólo deseante, sino que es íntimamente donante. La persona da sin perder. Canta.
Glosa a Leonardo Polo. Tener y Dar. En "Sobre la existencia cristiana" p. 130.3
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