Soy la semilla. Un “además” de Dios.
Para que la semilla nazca y crezca necesita la tierra.
Dios me crea en una tierra más o menos contaminada.
Creceré,
si quiero, porque soy hijo de Dios, aunque la tierra sea mala.
La tierra no es solamente las circunstancias materiales,
sino también las personas que me rodean.
La semilla tiene la capacidad de sacar provecho de todas la
cirunstancias, porque siendo libre es hija de Dios, es un sueño de Dios.
El sueño de Dios para mí.
El sueño de Dios para mí.
Incluso la muerte puede ser convertida en un acto de amor en
el Hijo.
Más aún, gracias a las tentaciones puedo ser salvado (san
Antonio, abad). Puedo unirme más a Dios, en el Hijo.
Todo depende de mi vida interior (de mi crecimiento libre).
En la medida en que acepto el plan de Dios para mí, contando con la cooperación de la personas que rezan por mí.
En la medida en que acepto el plan de Dios para mí, contando con la cooperación de la personas que rezan por mí.
Y cuando estoy enfermo, o cuando duermo, o cuando estoy distraído o cansado, o en medio de ruidos, puedo libremente hacer actos de abandono en Dios, como un niño.
Actos que me disponen a una amistad más grande con mi Réplica.
Eso es el crecimiento.
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