La persona, trascendentalmente, no es ni
masculina ni femenina.
Es persona.
Es acto de ser
personal.
Presiento que no
acaban ustedes de entenderlo.
Pasa, a mi
parecer, algo así como cuando nos dijeron por primera vez que Cristo no es
persona humana.
Pero ¡cómo!, ¿no
es hombre? Claro que lo es. La Persona divina que es Cristo ha asumido una
naturaleza humana.
No obstante, el
Verbo la asume libremente, es Hombre porque quiere, no porque "sea"
hombre.
Análogamente, la
persona humana, a mi entender, no "es" ni hembra ni varón, aunque
desde el principio de su existencia se manifieste esencialmente como mujer o
como hombre.
Comprendan bien
que este planteamiento no apoya a la "ideología" del género que
pretende que nuestra igualdad sea homogeneidad. No somos iguales como dos cosas
son iguales. Esencialmente y de entrada pertenecemos, en cuanto humanos, al
tipo masculino o femenino.
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