Hace unas horas me comunicaron el
fallecimiento de un gran amigo, un gran maestro, un gran filósofo, y sobre todo
un grandísimo hombre: Ángel Luis González.
Angel Luis nació en
una familia en la que la filosofía estaba bien arraigada. Con frecuencia solía
hablar de su padre: Ángel González Álvarez, celebre catedrático de filosofía de
la Universidad Complutense, y que contribuyó a la filosofía española con un
excelente Manual de Metafísica, en dos
volúmenes.
Hijo de filósofo, hermanos de filósofos,
y formador de filósofos. Parece que este era un elemento en el que se movía y
respiraba francamente muy bien. Por sus manos pasamos cientos de personas
buscando consejo, bien para iniciar nuestra investigación, bien para
proseguirla. No en vano dirigió 67 tesis doctorales. Siempre había un consejo
prudente, acertado, que intentaba hacerse cargo de la situación y hacer
justicia en todos los flancos. Eramos muchos, los que ya entrados en años,
seguíamos confiando en su recto parecer, su sabio consejo, y su lealtad que
sabía cuidarnos.
Ahora que una inteligencia como la suya,
que era un ámbito en el que muchos nos recomponíamos cuando estábamos
desbordados por la vida, ya no está entre nosotros, somos muchos los que -una
vez más- estamos vencidos, pero ahora porque no lo encontramos y no contaremos
más con su consejo.
En cualquier caso, el profesor Ángel
Luis González fue el primer catedrático de Metafísica de la Universidad de Málaga.
Estuvo poco en mi Universidad, apenas un año: 1983. Pronto pidió la excendencia
para gastarse trabajando y cuidando personas en Navarra.
Entre sus méritos profesionales, me
parece que los más granados están en haber contribuido con brío a la investigación
en Nicolás de Cusa y en Leibniz. Haber impulsado los estudios sobre Leonardo
Polo. Sin él, no habrían sido posibles muchas cosas de las que se han hecho en
las últimas décadas, y en haber creado y mantenido dos de las colecciones de
filosofía más importante del mundo Iberoamericano: las colecciones filósoficas
de la editorial EUNSA.
No quiero dejar este
post sin recomendar uno de sus escritos más personales y más cargados de
consecuencias antropológicas: la lección inaugural del curso 2013-14, que tituló Persona, don, libertad.
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