Heidegger se
angustia al encauzar la libertad en poca cosa, en nimiedades.
¡Qué angustia emplear mi vida, mi libertad, en
conquistar tuberías o en imitar el vuelo de los pájaros, cuando soy viento!
Por mucho que decidamos darle nuestro propio sentido
a la vida, intentando realizarnos, al estar cerrados al ámbito de la máxima
amplitud (Dios), acabaremos en el pesimismo de una vida que es un tejer y
destejer como Penélope.
La ética de la destinación, el destinarse, sólo es posible si nos retraemos a la libertad nativa, al
sabernos libremente dependientes del amor que nos Origina.
La libertad trascendental, no lo olvidemos, es dual,
libertad nativa y libertad de destinación. Solos, sin Padre, viviremos
enjaulados.
De esto habla Polo en el último capítulo de
"Quién es el hombre" p. 222.2.
Para saber más sobre la libertad nativa ver la
etiqueta 5.5.4
.
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