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Que el acto de conocer no sea substancia (ya que es energéia, acto inmanente) de ninguna manera significa que sea accidente.
El realismo substancialista no encuentra otro lugar ontológico para el acto de conocer que el estatuto de accidente.
Muchas veces se dice que el acto de conocer es un accidente (un acto segundo), pero eso es una consecuencia de privilegiar la entelécheia.
Primero, dicen, el hombre es una substancia, y después piensa. Pensar es un accidente.
Pero al hombre, en tanto que ser vivo, no le conviene el nombre de substancia. Lo que hay que privilegiar es su carácter de ser inmanente, rico por dentro y abierto por fuera, energéia. La realidad por excelencia no es la realidad en sí.
Pensar no es añadir adornos al ser. No es algo que nos pasa.
Pensar es aceptar el develamiento, en mi ser, de los dones que recibo. Es el despertarse de la vida más alta.
No es un accidente, es ser lo que somos.
Glosa a Polo en Introducción a la Filosofía, p.71.4
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