¿Le viene de fuera la perfección a la esencia humana?

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No.
La esencia del universo se perfecciona extrínsecamente. Pero la esencia humana crece desde dentro.

La esencia del universo es la tetracausalidad, la unidad de orden, o dicho de otra manera, la consideración del cosmos como perfecto.

La perfección del universo es extrínseca a los elementos, a las sustancias, que lo componen.

Las sustancias naturales intracósmicas son perfeccionadas por algo extrínseco a ellas que es la unidad de orden, dentro la cual están.

En el sistema ecológico unas cosas tienen que ver con otras, unos vivientes tienen que ver con otros vivientes, de tal manera que se constituye un orden, con un valor causal (la causa final).

Cada naturaleza cumple el orden según la causa final.

La unidad de orden es común a todas las sustancias, es la organización de todas las sustancias.

En el hombre no es así.

En el hombre la perfección se la da él a sí mismo, a través de sus propios actos.
Es una perfección propia a cada hombre.
De ahí que digamos que la naturaleza del hombre es esencializable, pues cada persona humnana se da su perfección, esencializa lo que ha recibido de entrada, su naturaleza.

En cambio, las sustancias naturales no son esencializables, sino que son sencillamente ordenables.

La esencia humana así entendida es una esencia superior a la esencia universo.
Lo que la distingue es su autoperfectibilidad.

El hombre es una sustancia natural capaz de autoperfección. Consigue su perfección en una redundancia sobre sí misma (¡los hábitos!).

El hábito es la perfección de la naturaleza humana.
Al ejercer el hombre su operatividad natural entonces adquiere hábitos: los hábitos intelectuales, o bien los hábitos de la voluntad, que son las llamadas virtudes morales, y también incluso las tenencias categoriales.

El hombre no es intracósmico.

Cada persona constituye su esencia en una redundancia sobre sí misma, una autoperfección que depende de su libertad.

Las sustancias naturales intracósmicas son perfeccionadas por algo extrínseco a ellas: el orden en el que están.

El hombre se perfecciona desde su interior, desde su libertad.
Esa autoperfectibilidad distingue la esencia humana respecto del universo como esencia.

Correlativamente tendremos que estudiar el acto de ser que corresponde a la esencia humana.

A la esencia del universo le corresponde el acto de ser como primer principio.
Ahora, en el caso del hombre, el acto de ser no es un primer principio, sino que es la persona.

La persona es aquel acto de ser cuya esencia es una naturaleza autoperfectiva.

En el hombre la perfección se la da él a sí mismo, a través de sus propios actos.

Pero la fuente de la perfección son los hábitos superiores trascendentales (no esenciales): sindéresis, hábito de los primeros principios, sabiduría y gracia. Hábitos recibidos de Dios, que no cesan.

A la superioridad de la esencia humana le corresponde una superioridad en el orden del ser: el ser personal (con cuatro radicales que se convierten entre sí: co-ser, libertad, inteligir, amar).

Aunque en rigor habría que decirlo al revés: porque se trata de un ser superior, de una trascendentalidad superior a la metafísica, es por lo que la esencia humana es superior a la esencia del universo.

De ahí que la esencia humana reciba nombres distintos según los cuator trascendentales personales.

Del co-ser : esencia como manifestación.
De la libertad: esencia como disponer.
Del inteligir: esencia como iluminar.
Del amar: esencia como aportar.

La esencia de la persona humana. Notas sacadas de la conferencia dictada el 25-XI-1994 en el salón de grados Mª Zambrano de la facultad de filosofía y letras de la Universidad de Málaga. (Miscelánea poliana nº 4, p. 39-41). Citamos las páginas según la recopilación titulada "Antropología y trascendencia" publicada por I. Falgueras y Juan A. García

Para saber más:
Etiqueta 1.9.2 Preguntas sobre los hábitos
Etiqueta 4.0 Esencia extramental
Etiqueta 4.1 Sustancia
Etiqueta 6.1.2 El disponer esencial


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