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La admiración es el inicio de la filosofía.
Es un modo de despertar.
Al admirarse, el hombre despierta a una nueva luz, estable, no sujeta a la trama del tiempo.
El hombre descubre que existe lo que no es mordido por el tiempo. Sabe que cuenta con un punto de referencia.
El despertar sería dramático si ese punto de referencia fuera un poder enigmático que somete al hombre. Pero al ser luz nos regocijamos con la nueva seguridad inaudita.
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