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Sí.
Podemos equiparar la naturaleza al ser primero, es decir a la actividad sencilla de la que brotan los entes.
Y podemos equiparar la persona a la actividad que rebrota, que renace, que se añade al ser primero. Es la actividad como iniciativa libre.
El filósofo busca el primer principio (arjé) que explique la realidad entera.
Desde Parménides se sabe que ese prinicipio es el ser.
Pero ¿es el ser uno, monolítico?
Polo, filósofo de la distinción, distingue entre ser primero, el ser sencillo que da lugar a los entes y sus acciones, que hemos equiparado a la naturaleza (llamado por Juan A. García Gz sentido genético del ser), y ser segundo.
Ser segundo es la persona humana. La persona no es la actividad sencilla de lo ya determinado en la naturaleza por las condiciones iniciales del universo. La persona se destaca siempre de sus obras y no se reduce a ellas. La persona es un ser que desborda su actuar. Su actividad es un renacer añadido libremente, que no se aquieta nunca.
Añadiré, para los curiosos de saber más sobre el ser primero, que Polo distingue tres primeros principios reales : Dios, al que llama principio de identidad; la causalidad trascendental como principio; y el acto de ser del universo, al que llama principio de no-contradicción. La conjunción de esos tres principios es el fundamento, el ser sencillo del que brota el paraíso de la realidad que vivimos.
En el otro lado, del lado del rebrotar del vividor, Polo descubre cuatro raíces del ser segundo: son los cuatro radicales personales, que llama "además o co-ser";
libertad trascendental;
entender trascendental y
amar trascendental.
Estos cuatro radicales (el ser personal humano) no son fundamento, pues el fundamento es el ser primero. Son la iniciativa de cada persona.
Eso no quiere decir que sean espontaneidad pura. Cada radical se abre en dualidad con el Creador.
A la apertura del además me gusta llamarla humildad;
A la apertura de la libertad, esperanza;
A la del entender, fe;
Y a la del amar, caridad.
Glosa a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico nº 95. 2009, p. 329.2
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