Atribuidas al Espíritu Santo.
Coronan el crecimiento de los cuatro trascendentales personales.
Propongo hacer preguntas a don Leonardo Polo e intentar responder.
Sí.
Porque los dones son el “coronamiento del ser personal humano”. Las llamadas más altas y
permanentes hacia la santidad, pues el Espíritu Santo habita en el corazón de
los fieles (Lumen Gentium, 9).
Cada don eleva o corona un trascendental
personal.
El don de piedad corona el Amar personal.
Cuatro dones coronan el Intelecto personal:
El don de sabiduría corona el hábito innato de
sabiduría.
El don de inteligencia corona el hábito innato de
los primeros principios.
El don de ciencia corona el ver-yo del hábito
de sindéresis.
El don de consejo corona el querer-yo del
hábito de sindéresis.
El don de fuerza corona la Libertad
trascendental.
El don de temor corona la Coexistencia
trascendental.
Esta
pregunta surgió con motivo de las clases impartidas por el profesor Juan
Fernando Sellés, por zoom, a partir de septiembre de 2023.
Concretamente,
esta pregunta fue suscitada escuchando la sesión TEOINC nº1. La Introducción del libro “Teología para
inconformes”.
Como
verán, no estoy de acuerdo completamente con su planteamiento.
Pues el
profesor Sellés dice esquemáticamente:
El don de
piedad eleva la justicia y la amistad (no coincidimos)
El don de
sabiduría eleva el hábito innato de sabiduría (coincidimos)
El don de
inteligencia eleva el hábito de los primeros principios (coincidimos)
El don de
ciencia eleva el hábito adquirido de ciencia (no coincidimos)
El don de
consejo eleva el hábito de sindéresis (coincidimos en parte)
El don de
fortaleza eleva la virtud de la fortaleza de la voluntad (no coincidimos)
El don de
temor eleva la virtud de la templanza (no coincidimos)
He notado
que el profesor Sellés, en los puntos en los que no coincidimos suele decir “a
mi modo de ver”.
Quizá mi punto de vista viene del verbo “coronar” que empleo en la descripción de los dones.
A mi modo de ver si los dones coronan deben ser lo más alto.
De ahí que incidan directamente sobre lo más alto de la persona humana que
son los cuatro trascendentales personales.
Pienso, y así matizo el punto de vista del profesor Sellés, que la elevación de los hábitos adquiridos y de las virtudes es por
redundancia y no directamente.
Y me complace especialmente el pensar que el don más alto para nosotros es el don de Piedad, pues somos Hijos.
.
[1]
“La dimensión amorosa elevada a culminación la debemos evidentemente al
cristianismo. Desde su ápice divino, el don del amor es operante”. Polo, L., La originalidad de la concepción cristiana de la existencia, 250.
“Y como Él es omnipotente y misericordioso, otorga a nuestro amor una altura elevada
a la de Él, sin la cual nuestro amor no sería nada, porque no valdría para Dios”.
Persona y libertad, 251; “la
dimensión amorosa, elevada a culminación, la debemos evidentemente al
cristianismo”. Filosofía y economía,
229. “El acto de ser humano es elevado por otros ‘habitos’ que no son ni
innatos ni adquiridos, sino efundidos. Se trata de las virtudes sobrenaturales (fe, esperanza y caridad)”. Ibid., 223, nota 49. “El hábito humano
superior es la amistad, la elevación al amor de caridad es expuesta por Tomás
de Aquino”. “Itinerario de la razón a la fe”, pro manuscripto, 3.
[2]Polo,
L., Antropología trascendental, 413,
nota 71.
La
caridad “natural” es una de las aperturas transcendentes del acto de ser humano.
La
caridad “sobrenatural” es una anticipación del crecimiento amoroso que
tendremos en el Cielo.
Ambas
inhieren en el acto de ser personal.
La amistad, sin embargo, es
una virtud de la voluntad.
El
vínculo amoroso (apertura transcendente natural o caridad natural) de la persona
con Dios Espíritu Santo (el Espíritu Santo es Amor divino universal), es enriquecido
con la anticipación de nuestra vida amorosa en el Cielo, que no es otra cosa
que la caridad sobrenatural.
Y
ese enriquecimiento del Amor personal, natural y sobrenatural a la vez,
repercute en la voluntad y hace que la amistad pueda ampliarse cada vez a más
personas y, sobre todo, que crezca nuestra amistad con Dios.
Gracias
a la caridad (natural y sobrenatural) somos más amigos de Dios.
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Estas
ideas están inspiradas en el texto siguiente (que he interpretado a mi manera)
de Sellés en Teología para inconformes :
“Esta
es la tesis central que aquí se va a defender: la caridad eleva el amor
personal, que es la dimensión superior del ‘acto de ser’ humano.
Pero
dicha tesis, que es explícita en muchos textos de Polo, no lo es en todos, pues
en alguno indica que la caridad eleva la amistad[1], la cual, si bien
es la más alta virtud de la voluntad, al fin y al cabo es una virtud de esa
potencia, y por ende, pertenece a la ‘esencia’ del hombre”.
[1]
“El Evangelio de la caridad sorprendió a los paganos, pues lleva consigo la hermandad
de espíritu de acuerdo con la filiación divina. Sin embargo, la caridad
cristiana, que eleva la amistad, debe recoger también las características que
le son propias. Tomás de Aquino sostiene que la amistad es una virtud. Conoce
muy bien la Ética a Nicómaco, a la que comenta pausadamente de un modo
casi literal, pero sostiene también que la amistad y la caridad son diferentes.
Por eso, en la Suma Teológica, en rigor, no se habla de la amistad sino
de la caridad”. Polo, L., Ibid., 473-474.
Dios nos ha creado libres.
Al ser libres podemos instalarnos, desgraciadamente, en la pretensión de
sí.
La pretensión de sí es una de las dimensiones del pecado original.
Por eso Polo dirá que el límite mental es una consecuencia del pecado
original. Es instalarse en la actualidad.
Para trabajar necesitamos introducir el límite mental, pero lo podemos
hacer para con-crear el don que ofreceremos a Dios.
Sin embargo, si nos instalarnos en la pretensión de sí, suprimimos el
crecimiento trascendental (Sellés dirá “nos despersonalizamos”).
Dios Misericordioso nos saca de esa situación elevándonos con una “nueva” creación.
La Redención, la gracia santificante, es la llamada de Dios a vivir siempre
en crecimiento hacia Dios. Vivir trascendentalmente en la “novedad” del
crecimiento. Por eso la nueva creación es “nueva”.
Si respondemos a la llamada nos vamos divinizando.
La gracia santificante es así una “anticipación” de la “novedad” permanente
de la glorificación definitiva en el Cielo.
Esta novedad de la glorificación
coincide con la novedad de los ángeles que una vez decididos ya no pueden
volverse atrás.
En el Cielo, nosotros seremos “como ángeles”, ya no nos podremos volver
atrás.
En esta vida sí que podemos volvernos atrás con la pretensión de sí.
Y, felizmente, también podemos vivir en la novedad anticipada de la “nueva”
creación.
. Hegel, en su Fenomenología del espíritu, nos hizo ver que el espíritu consiste en "saberse". Estudiamos la sabiduría del e...