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El “sin reservas” impide que exista algo en el Padre al margen de lo que comunica al Hijo, y también que exista algo en el Padre y el Hijo al margen de lo que comunican al Espíritu, así como que el Espíritu sea algo más o algo menos de lo que procede del Padre y del Hijo.
Ya que nada se reservan, el Padre no es más de lo que entiende el Hijo, no da más de lo que acepta el Hijo.
Y ni el Padre ni el Hijo son y entienden más de lo que ama el Espíritu Santo.
Todo cuanto es el Padre, entiende el Hijo y ama el Espíritu,
es comunicado sin reservas.
Esto hace imposible el adelanto y el retraso entre las Personas.
El Padre no es anterior al Hijo, y el Espíritu Santo no es posterior al Padre y al Hijo, más aún la tríada personal no es anterior ni posterior a su unidad.
El Padre, el Hijo y el Espíritu son igualmente originarios, como tres dares que se intercomunican tan plenamente que son uno solo, el dar originario, la divinidad.
Ideas inspiradas en el artículo "Aclaraciones sobre y desde el dar, de Falgueras, en Miscelánea poliana nº 9. p.63.2. Citamos las páginas según la recopilación titulada "Antropología y trascendencia" publicada por I. Falgueras y Juan A. García
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