La confusión es sólo aparente.
El método no es el mismo.
La Antropología teológica parte del dato revelado, de la verdad revelada por Dios.
La Antropología filosófica poliana, en cambio, tiene como método el abandono del conocimiento objetivo (el abandono del límite mental) para explorar no "lo subjetivo" sino la trascendencia, haciendo pie en la condición humana.
Sin embargo, el resultado es congruente con el resultado de las investigaciones de la Antropología teológica. Nos adentramos cada vez más en la verdad. No hay dos verdades, una filosófica y otra teológica.
Son dos alas del mismo vuelo.
El problema es antiguo, pues la desconfianza hacia las fuerzas naturales del hombre persiste.
Sea porque, como sostiene Duns Escoto, la naturaleza humana está caída. Sea porque, con Tomás de Aquino, se afirma que el hombre no puede ver naturalmente a Dios.
Los dos tienen razón pero en el fondo lo que pasa es que no nos hemos dado cuenta de que el hombre en "estado natural" no ha existido nunca, ni puede existir.
El hombre no es un ser "natural" del cosmos, que dependa de las condiciones iniciales.
El hombre, en cuanto que persona que es, es extracósmico, es libre. Y desde su naturaleza o apoyándose en su naturaleza, puede alcanzar libremente su ser, autotrascenderse, aceptando el don de Dios. No es la "naturaleza" la que se autrotrasciende, sino la persona, el ser personal libre.
La Antropología trascendental accede a Dios por otra vía, pero accede.
No es Antropología teológica, sino filosófica.
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