Nos hace creer que el pensamiento aparece como una "cosa" en el universo.
Las ideas claras y distintas serían como cosas, al "mismo" nivel : res cogitans y res extensa.
No se da cuenta de que no hay ideas sin una mente que las piense, sin un ser superior a las cosas. Pensar es siempre dual. Alguien tiene que pensar.
Mientras que las cosas son como son, sencillas.
Si ingenuamente aceptamos su proposición, nos creeremos que el mundo, Dios, tú y yo, estamos al mismo nivel no seríamos más que ideas, elementos de un "todo".
La realidad es más rica, compleja y bella. Es jerárquica.
Es juego, pero juego de amor entre personas que intercambian cosas, palabras.
La filosofía no es sencilla. Es rica. los trucos no sirven: ocultan la verdad.
De esto habla Lluís Pifarré en su libro "Entender a Leonardo Polo", p. 45.2
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