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La intencionalidad de semejanza es la intencionalidad "cognoscitiva", es decir, la remitencia cognoscitiva propia del objeto que está en la mente del que conoce.
La intencionalidad que va del objeto, conocido en la mente, a la realidad.
Los clásicos suelen decir que el objeto conocido es "semejante" a lo real.
Conviene precisar, no obstante (para evitar el representacionismo moderno), que el objeto se agota siendo pura semejanza. No se trata, pues de que se parezca o sea una copia de lo real, sino que "intencionalmente" es lo mismo que lo real.
Piá apunta que la intencionalidad del objeto es el límite del pensamiento. Se piensa lo que se piensa. Para conocer más hay que ir más allá del límite.
El límite mental es el "lo" de "lo mismo".
Otro asunto relacionado con la intencionalidad del objeto es que el objeto conocido no se da sin al acto de conocer. Son co-actuales. No hay objeto sin acto. Es el objeto el que es intencional, pero es de un acto cognoscitivo.
Hegel olvida este punto tan importante. El logicismo hegeliano consagra la validez propia de los objetos, prescindiendo del acto de conocer. La intencionalidad coactual con el acto de conocer es pura, pero no sin acto.
La intencionalidad es dual con el acto de conocer. Se exige un método (el acto actual u operación) y un tema (el objeto pensado que es pura remitencia a la realidad).
Polo precisa que siendo el objeto puramente remitente oculta el acto de conocer. Se oculta la coactualidad pues la atención va hacia la realidad mostrada por el objeto. (Y al ocultarse el carácter dual de conocer y objeto, se oculta también su carácter creado). Al pensar sólo pensamos "lo mismo".
Para percatarse de la dualidad hay que “darse cuenta” de esa dualidad, y por lo tanto ponerse en condiciones de darse cuenta de que esa intencionalidad es dual con el acto de conocer, y por lo tanto que no es originaria, sino creada. Ahí está el intríngulis del abandono del límite mental.
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