Debemos distinguir entre lo que ordinariamente se llama Naturaleza, el universo físico, de lo que llamamos "naturaleza" de un ser vivo.
La "naturaleza" de un ser vivo es ese ser vivo “en tanto que principio de operaciones”: se automueve.
Naturaleza de un ser vivo es lo que un ser vivo recibe “de entrada”, su capacidad de vivir, de automoverse. Se mueve por necesidad.
Ahora bien, la naturaleza humana no es sólo física o biológica. También recibimos, “de entrada”, potencias espirituales (la inteligencia y la voluntad) que forman igualmente parte de nuestra naturaleza.
Las naturalezas vegetales y animales están causadas por el orden que Dios ha dado a la Naturaleza. Son sólo físicas o biológicas.
Sin embargo, para la naturaleza humana no va bien el verbo "causar", pues como somos libres, Dios no nos "fabrica" como se producen los ordenadores.
Dios nos crea libres. Somos espíritus localizados en el tiempo.
Es el hombre mismo quien descubre lo que le conviene, gracias a su inteligencia. El hombre no es movido por necesidad, sino movido “libremente” por Dios. La ley moral es así ley de libertad.
Nuestra naturaleza, pues, lo que recibimos de entrada, no nos condiciona, sino que nos señala por dónde puede ir nuestra colaboración amorosa.
Decía que lo que hemos recibido de entrada, nuestro cuerpo también, nos muestra por dónde puede ir nuestra colaboración. En lugar de angustiarse por la obesidad, habría que preguntarse qué tiene que hacer un gordo en la sociedad. Suelen ser los más simpáticos del grupo.
No. Nuestra naturaleza no nos dice lo que debemos hacer. El encargo no nos viene de la naturaleza, sino de quien nos ha creado y nos ha dado una naturaleza para reconocerle y amarle cada vez más.