Sí, Sartre tiene razón cuando califica a Heidegger de
moralista, pues no tiene sentido querer darle sentido a la vida, si la vida se
acaba.
En esto Sartre parece más coherente y radical: los demás,
que me recuerdan la libertad, son un infierno, pues la libertad no sirve para
nada. Es nauseabunda.
La muerte es un hachazo que hace inútil nuestra
existencia. La muerte es un factor enigmático para la libertad.
De qué me sirve cifrar (cultura) si no podré
descifrar.
Por eso Sartre desemboca en la dialéctica,
sintetizando: somos libres y empíricos a la vez, vivamos la vida como nos dé la
gana, evitemos lo que nos desagrada, seamos libres como pasión: condenados a
ser libres.
Sartre ignora que la libertad trascendental, que
somos, es un acto inagotable; que buscando su Origen, lo encontrará
indesfuturizable. No es pasión, sino acto actuoso, y esperanza de felicidad.
De
esto habla Polo en el último capítulo de "Quién es el hombre" p. 210.
Para
saber más sobre Sartre ver la etiqueta 20.51.00
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario