El espíritu "insiste" perfeccionando.
El cuerpo de cada quién se perfecciona esencializándose,
gracias a la ética (arte del espíritu: el arte de conducir la propia vida hacia
la felicidad).
La naturaleza humana se perfecciona en cultura, que es
común, como la naturaleza, a los hombres y mujeres que la poseen. Cada uno
posee la suya, su naturaleza, y su cultura, en comunión con los otros que
juegan en la misma red.
El alma (que es de un quién espiritual, espíritu) hace
nuestro cuerpo más nuestro al otorgarle su simbología. Lo hace más estable, más
viable, de tal manera que será apto para acompañarla en el paso que es la
muerte. Es así un cuerpo más unido al alma, transfigurado. Un cuerpo
espiritual.
El cuerpo resucitado es un cuerpo en el que el
espíritu humano es tan activo que aquello que ahora es carne y hueso, seguirá
siendo mi cuerpo, pero penetrado por la plenitud del espíritu.
Unamuno dice: “yo soy de carne y hueso”, pero añade
que no quiere ser hombre más que de carne y hueso. Ha cortado las alas al alma.
Somos mortales porque somos de carne y hueso, pero,
atención, suele pensarse que nuestro cuerpo es inexorablemente mortal, y eso no
es verdad.
La verdad es que mi cuerpo es de carne y hueso en
tanto que su unión con el alma no es suficientemente intensa; entonces el alma
transita (en el momento de la muerte), y el cuerpo no.
Como ven, es cuestión de ética. La ética es el arte de
conducir la vida. La ética acompaña al alma en su paso. Si poseemos la ciencia
de Dios, nos llevaremos al cuerpo.
Paralelamente, la cultura es “continuatio ficta natura”.
En sociedad; los humanos perfeccionamos la naturaleza actualizando
sus potencialidades, cifrando en símbolos.
Piensen ustedes en el valor de una cultura cristiana.
De esto habla Polo en el último capítulo de Quién es el hombre, p. 216.
Para saber más sobre la cultura, ver Etiqueta 7.2.0
.
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