En la persona la verdad y el amor están unidos antes
de su distinción en operaciones de facultades distintas.
La verdad personal, en el hombre, es indisolublemente
amor, superabundancia. Es la verdad cantada. A dúo y en coral.
La verdad en sus raíces no es un remedio necesitado.
Lo dice Rilke: el hombre está más allá de todo fin. No
se acaba.
El mundo se va terminando en objetivos, pero el amor
humano, entonces, rebrota.
No se puede decir que lo que sigue a la verdad no sea
verdad. Toda la hondura del espíritu se manifiesta en el canto, y sin verdad es
imposible cantar.
Por tanto, no es verdad que ante la verdad solo quepa
detenerse.
Eso es consecuencia de la perspectiva
subjetivo-objetualista derivada del afán de certeza cartesiano.
Someter la verdad al criterio de la certeza constituye
un error.
El error no es sino paralización de la verdad: cogito, sum, como principio de la
filosofía. Soy lo que soy. Parménides subjetivo.
Entonces no hay cabida más que para las ideas claras y
distintas.
Pero la verdad no está destinada a aquietar la
sospecha o la duda, sino a movilizar.
Verdad y amor en comunión.
Etiqueta 5.2.1 la verdad y su encuentro;
Etiqueta 5.2.1 la verdad;
Etiqueta 20.13.0 Descartes;
Etiqueta 5.5.3 amar donal;
Etiqueta 1.2.2
amor;
Etiqueta 1.0.0 preguntas para
empezar;
Etiqueta 15.0.0 Polo genial.
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