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La Esencia divina es el
Espíritu Santo.
El Espíritu Santo es el Don de Dios, la Vida divina.
Pues bien, llegamos al
Cielo cuando nuestra vida (nuestro don) es aceptado en el Juicio por el Amor de
Dios.
Entonces el Don asume nuestro don, somos Don-don.
En la Vida eterna nuestro
crecimiento sigue libremente al Espíritu Santo.
La persona que somos se
manifestará, libremente, con el Espíritu Santo, que está por encima de ella.
Nuestra esencia, nuestra vida, estará así por encima de nuestro ser personal. Es el Don-don.
El Espíritu Santo es el Don de Dios, la Vida divina.
Entonces el Don asume nuestro don, somos Don-don.
Nuestra esencia, nuestra vida, estará así por encima de nuestro ser personal. Es el Don-don.
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El carácter de además,
como muy bien explica el profesor Juan A. García, se mantiene sin término.
Es decir, que en el Cielo,
el co-ser sigue siendo “además”.
Su sentido “transversal”
es la producción de su esencia. Su manifestación.
Pero en el Cielo, el don
de la persona humana es aceptado por el Espíritu Santo. Es el Don-don.
Seguiremos creciendo,
seguiremos manifestándonos libremente, pero ahora al modo “eterno”. Seremos
trinos (como le gusta a Juanfer) o, seremos 4 (si contamos con María.
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