La tradición habla de la salud, la belleza o la gracia
como hábitos "entitativos".
No es incorrecto.
Pero decir "entitativo" es decir demasiado
poco.
Pues como el ente se dice de muchas maneras, corremos
el riesgo de quedarnos en generalidades.
La salud puede ser de alma y de cuerpo. Y es sano el
gusano, la jirafa, la palmera y el niño.
Sin embargo, la idea de hábitos entitativos sugiere
que al ser la persona una actividad inagotable y desbordarse su acción, se cualifica
hacia adentro, se mejora íntimamente.
De ahí que quepa llamar "entitativos" a los hábitos superiores o hábitos "personales". Clásicamente se define la gracia santificante, por ejemplo, como un hábito entitativo. La persona crece no sólo con virtudes, sino también con disposiciones, hábitos, propios de su acto de ser persona (el esse de cada persona distinto realmente de su esencia).
Estas disposiciones son modos como la persona humana
se comunica con otras realidades distintas: Dios, los demás, el mundo y su
propia actividad.
Glosa
a Juan A. García González : Existencia personal y libertad. Anuario filosófico
nº 95. 2009, p. 334.3
.
No hay comentarios:
Publicar un comentario