Los hábitos inferiores son los categoriales: los del
cuerpo humano (por ejemplo, la capacidad de maquillarse, vestirse o teclear en
el portátil) (etiqueta 1.9.2 (2)) y los adquiridos por las potencias
espirituales (por ejemplo, ser poeta, tener buen gusto, ser poliano) (etiqueta
1.9.2 (3)).
Estos hábitos modelan la naturaleza humana; por eso se
dice que son como "una segunda naturaleza".
Notemos, sin embargo, que si podemos teclear o
filosofar es porque la persona está detrás. No es que la persona se constituya
como el conjunto de capacidades de una naturaleza. Esas capacidades no
existirían si la persona no fuera anterior a ellas.
No es que la persona sea el individuo de naturaleza
racional, sino que podemos tener una naturaleza racional porque somos, antes,
personas.
Aunque la mona se vista de seda, mona se queda.
La segunda naturaleza proviene, pues, de la libertad
personal (la libertad como persona).
Es entonces más fácil entender que un embrión humano
no es humano porque tenga neuronas con capacidad de llegar a pensar, sino que
esas neuronas pueden ser un día instrumento del pensar porque pertenecen una
persona humana.
Glosa
a Juan A. García González: Existencia personal y libertad. Anuario filosófico
nº 95. 2009, p. 332.2
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